Condiciones de enunciación de las expresiones performativas

Las expresiones performativas no pueden evaluarse en términos de verdad y falsedad, sino de éxito o de fracaso, de adecuación o no adecuación a las circunstancias en las que la se produce la enunciación.

Así, aunque los enunciados performativos no pueden ser juzgados en función de su veracidad o falsedad, sí pueden considerarse adecuados o inadecuados. El criterio para definir si un performativo se cumple es si es «afortunado» o «desafortunado», es decir, si cumple satisfactoriamente –o no– su cometido. Por esa razón, Austin hablaba de unas condiciones que se requieren para que los enunciados performativos sean «afortunados».

Las condiciones para el éxito de una expresión performativa según Austin son las siguientes:

  1. Tiene que existir un procedimiento, reconocido por una convención, dotado de un cierto efecto y que comprenda la enunciación de ciertas palabras proferidas por ciertas personas en ciertas circunstancias.
  2. Las personas y las circunstancias particulares deben ser aquellas a las que se invoca o se pueda invocar en este proceso.
  3. Es necesario que se produzca una ejecución correcta del procedimiento por todos los participantes.
  4. Es necesario que esta ejecución, además de correcta, se produzca de manera íntegra por todos los participantes.
  5. Los participantes tienen que tener la intención de adoptar el comportamiento esperado en esa situación y esta ejecución.
  6. Por último, los participantes tienen que adoptar, realmente, el comportamiento que se espera de ellos.

Por el contrario, existen también expresiones aparentemente performativas que, por no cumplir las condiciones anteriores, suponen un fracaso.

  1. Acto nulo: Me divorcio de ti. Puede manifestar unas intenciones del hablante, pero no es plenamente performativo de forma convencional porque no existe una fórmula que, con este enunciado, produzca el efecto legal del divorcio.
  2. Mala aplicación. Si la persona que bautiza a un niño no tiene esa potestad (o si el niño en cuestión no es el que tiene que ser bautizado).
  3. Mala ejecución. Si el oficiante de un acto invierte el orden (un juez no puede condenar y luego pedir testigos). También se produce si omite alguno de los pasos en el proceso de un juramento (imaginemos una boda en la que se omite alguno de los pasos necesarios).
  4. Acto insincero. Me alegro mucho de tu ascenso (sin embargo, esta alegría dista mucho de ser verdadera).
  5. Incumplimiento. Te prometo que no he sido yo el que te ha rozado el coche (sin embargo, es mentira). También el realizar una promesa sin tener la intención de cumplirla.

Aunque no desarrollaremos todo este conjunto de fracasos en la preferencia de expresiones performativas, dejamos el siguiente esquema de todos los casos posibles:

 Para Searle, hay una condición general para todos los actos de habla: el oyente debe oír y comprender el lenguaje, y el hablante no debe fingir ni actuar.

Por último, recordemos que los performativos pueden dividirse en performativos explícitos y performativos implícitos. Los performativos explícitos son performativos que contienen un verbo performativo que hace explícito qué tipo de acto se está realizando. Por el contrario, los performativos implícitos son performativos en los que no existe dicho verbo.

Véase la diferencia:

Yo os declaro marido y mujer.

¿Por qué no te vas de paseo?

Te invito al cine.

¿Nos vamos a correr mañana por la mañana?

Enunciados constativos y enunciados performativos

Enunciados constativos (o constatativos)

Como se ha mencionado con anterioridad, los enunciados constativos son aquellos susceptibles de ser verdaderos o falsos. Tienen un carácter descriptivo.

La frase El cerezo está en flor será verdadera si, efectivamente, el cerezo está en flor y falsa en el caso contrario.

Enunciados performativos

En otras ocasiones, a través del lenguaje se realizan acciones. Las expresiones performativas podrán ser, en todo caso, afortu­nadas o desafortunadas, pero en ningún caso pueden reducirse a ser valoradas como verdaderas o falsas.

Yo te bautizo.

Le condeno a veinte años y un día de prisión.

Te agradezco tu invitación.

Eres el culpable de todas mis desgracias.

Te perdono.

Nótese que estas expresiones no describen un estado del mundo, sino que intervienen en él para modificarlo. Por esa razón, los enunciados performativos sirven para cumplir actos en el seno de las convenciones humanas.

 

La falacia descriptiva (contra el verificacionismo)

La Trahison des images (Ceci n'est pas une pipe). 1929.
La Trahison des images (Ceci n’est pas une pipe). 1929.

Austin fue capaz de superar la postura en la que se situaban los filósofos respecto a la verdad o a falsedad. Los filósofos, de forma demasiado simplista, solían tender a caracterizar las proposiciones en términos lógicos como verdaderas o falsas. Sin embargo, Austin desveló que la estructura de las lenguas es mucho más rica y que no todas las proposiciones pueden reducirse a estos valores de verdad y falsedad.

Esto se relaciona también con otro hecho no subrayado con contundencia hasta Austin: la finalidad del lenguaje no es únicamente describir la realidad.

Austin empezó a darse cuenta de que había frases que siempre se habían tomado como declarativas pero, que sin embargo, no podían ser consideradas como verdaderas o falsas:

Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Yo os declaro marido y mujer.

Juro decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.

Le presento mis condolencias.

Te prometo dejar de fumar.

Te pido que me perdones.

¿Cuándo has llegado?

Ojalá dejara de llover.

¡Sal de la habitación inmediatamente!

Por lo tanto, también es necesario valorar el grado de adecuación a las circunstancias en que se emite un enunciado. Parece obvio que, teniendo en cuenta esas circunstancias y si estas son adecuadas o no, un enunciado puede hacer cumplir (o no) una acción:

Sí quiero.

La filosofía del lenguaje en el siglo XX

ludwinwittgenstein

Para hablar de las teorías de John L. Austin, empezaremos por delinear de forma breve algunas cuestiones importantes sobre la filosofía del lenguaje en el siglo XX.

Una parte muy significativa de la Filosofía del pasado siglo XX tuvo un fuerte componente lingüístico. Las dos grandes líneas de investigación fueron: el neopositivismo y la tendencia a estudiar el lenguaje como uso.

El neopositivismo

La característica básica de los filósofos neopositivistas es que intentaban que no interfirieran los valores semánticos en la investigación filosófica. Defendían un cientificismo basado en el empirismo de Hume como reacción a los planteamientos excesivamente metafísicos a los que estaba acostumbrada la filosofía de su época. Privando al lenguaje de los valores semánticos, intentaban reducir el lenguaje a su estructura lógica, que lo hacía más fácil de analizar desde un punto de vista lógico-matemático.

Los grandes precursores del Neopositivismo fueron Whitehead, Bertrand Russell y el Wittgenstein del Tractatus. En esta corriente neopositivista, podemos englobar a los integrantes del Círculo de Viena (Rudolf Carnap, Otto Neurath, Hans Hahn) y a los del Círculo de Berlín (Hans Reichenbach, Kurt Grelling, etc.).

El tránsito de Wittgenstein

Ludwig Wittgenstein ha sido considerado como el motor de toda la filosofía del lenguaje del siglo XX en sus dos líneas principales, con una etapa de transición.

  • El “primer Wittgenstein” (Tractatus Logico-Philosophicus) afirmaba que el lenguaje ordinario era imperfecto para fines filosóficos, y propugnaba que fuera sustituido por otro perfecto (la lógica).
  • Su pensamiento irá inclinándose paulatinamente hacia el uso del lenguaje. Los Cuadernos azul y marrón supusieron una época de transición, donde surge su teoría de los “juegos del lenguaje”. Wittgenstein hace hincapié en que una palabra no adquiere una significación plena si no se tiene en cuenta su uso en un contexto.
  • El “segundo Wittgenstein” (Investigaciones filosóficas) defenderá que el auténtico valor del lenguaje se produce en su uso.

El lenguaje como uso

 

Está escrito: «En el principio era el Verbo«. Heme ya parado. ¿Quién me ayudará a proseguir? No; no debo dar tanta importancia al Verbo. Debo traducirlo de otra manera si me ayuda la inspiración. Está escrito: «En el principio era el Espíritu.» Reflexiona bien sobre esta primera línea y no dejes correr la pluma con precipitación. ¿Es el espíritu el que ha creado y el que lo ha puesto en orden todo? Debiera decir: «En el principio era la Fuerza.» Y, no obstante, algo me está diciendo interiormente que no debo darle esta interpretación. Por fin me siento iluminado y comienzo a ver con claridad; escribo resueltamente: «En el principio era la Acción

(Johann Wolfgang Goethe: Fausto)

Los dos grandes promotores de la noción del lenguaje como uso fueron Ludwig Wittgenstein, al que acabamos de ver, y John L. Austin, perteneciente a la “Escuela de Oxford”.

Si afirmamos que el valor auténtico del lenguaje es el uso que hacemos de él, estamos subordinando la semántica y la sintaxis a un elemento que está por encima de ellos: la pragmática.

Podemos resumir así las principales tesis de la teoría del lenguaje ordinario (o corriente):

  • Tratar los problemas filosóficos evitando la jerga especializada mediante un lenguaje comprensible.
  • Liberar a la filosofía de problemas artificiales planteados por sacar fuera de su uso y contexto al lenguaje ordinario.
  • No buscar en la filosofía los cálculos, sino poner en claro conceptos que ya poseen las palabras en su empleo normal.
  • Comprobar que el lenguaje ordinario atesora la experiencia secular de la humanidad.
  • Partir del lenguaje ordinario antes de utilizar el lenguaje técnico, ya que es aquel y no este el que es capaz auténticamente de solucionar los problemas.

Los enunciados interrogativos según Victoria Escandell

“Los valores que adquieren las interrogativas en el discurso son consecuencia de la intención del emisor y de las condiciones que rodeen su emisión. Por ello, no resulta adecuado ni pretender derivarlas de la forma misma de la oración, ni intentar reducirlas a una serie de respuestas.” (Mª. V. Escandell, 2013)

Victoria Escandell plantea que los diferentes tipos de valores en los enunciados interrogativos proceden de dos tipos básicos de objetivos discursivos:

  • Transaccionales. Domina la vertiente informativa.
  • Interaccionales. Domina la vertiente social.

Antes de desarrollar este aspecto en los enunciados interrogativos, recordemos brevemente que los enunciados transaccionales sirve para expresar el contenido del mensaje, mientras que los enunciados interaccionales expresa las relaciones sociales y las actitudes personales. En la conversación, es frecuente que exista una mezcla de los dos tipos de enunciados. Gran parte de nuestras interacciones cotidianas tienen un gran componente interaccional y, por lo tanto, interpersonal.

Enunciados transaccionales

Enunciados transaccionales

En el funcionamiento de los mecanismos pragmáticos, es esencial tener en cuenta los conocimientos y creencias de los participantes. Entre ellos, los conocimientos compartidos entre emisor y receptor y las suposiciones sobre los conocimientos del otro.

En algunos casos, el emisor parte del supuesto de que hay una notable diferencia entre su propio conocimiento y el que se atribuye a su destinatario. En estos casos, lo que importa es la imagen que se ha formado de su propio grado de conocimiento en contraste con el del destinatario. Cuando esto se produce, la interrogación ha de interpretarse como una variable informativa, puesto que el intercambio de información será un intento de igualar o nivelar la diferencia de los estados cognoscitivos de emisor y receptor.

  • La interrogación, en algunos casos, parte de la suposición de que el destinatario posee un conocimiento mayor: ¿Está lloviendo?
  • Si el desconocimiento del emisor no es absoluto, se produce una interrogación orientada para que el receptor confirme su suposición. ¿Qué te pasa?, ¿estás cansado?
  • En otros casos, el emisor puede considerar su conocimiento más fuerte que el del receptor: ¿No crees que ha jugado sucio con nosotros?
  • Por último, existen otros casos en los que el conocimiento del emisor es máximo. Por ejemplo, en el caso de las preguntas que se realizan en un examen.

Enunciados interaccionales

Enunciados interaccionales

Hay ocasiones en las que las estrategias de cortesía consiguen que el emisor pueda mantener unas buenas relaciones sociales con su interlocutor. Las estrategias de cortesía compensatoria se orientan hacia la faceta positiva de la imagen pública o hacia la faceta negativa. En estos casos, los enunciados interrogativos están al servicio de esa cortesía positiva o negativa.

En este tipo de enunciados, los conocimientos del emisor y del receptor pueden coincidir (no tiene por qué suponerse un mayor grado de conocimiento de uno u otro, puesto que no se trata de transmitir información sino de interactuar comunicativamente).

Cortesía positiva

Pongamos los siguientes ejemplos:

¿Hasta cuándo van a durar las injusticias del mundo?

El desconocimiento del emisor se corresponde con un desconocimiento análogo del destinatario y su uso, por lo tanto, es argumentativa: fomenta la cortesía positiva porque enfatiza la semejanza de conocimientos de emisor y destinatario.

¡Hola! ¿Has vuelto?

Es un conocimiento compartido entre emisor y destinatario que fomenta la cortesía positiva porque muestra un interés evidente con lo relacionado con el destinatario.

Cortesía negativa

En el caso de las estrategias de cortesía negativa se ayuda a mitigar la imposición del emisor, sea relativa a una actividad o a una opinión. Con ellas, se intenta demostrar al interlocutor que no se está tratando de imponerle nada ni de limitar su libertad de acción.

El uso de una interrogativa es muy útil para estos casos de cortesía negativa: el emisor trata conseguir algo del destinatario sin que este tenga la sensación de que se le está coaccionando. Los tipos de valores se ordenan de acuerdo con una escala de valores ante el “riesgo” de posible amenaza para el interlocutor.

interrogación y cortesía negativa

 Por lo que respecta a las acciones del emisor, podemos tener dos casos:

a) Acciones del emisor:

¿Tengo que tirar ya?

Intercambio en el que emisor y receptor colaboran en un proyecto común. Es una petición de instrucción.

¿Puedo abrir la ventana?

El riesgo puede ser mayor porque la acción puede molestar al interlocutor. Es una petición de permiso.

b) Acciones del destinatario:

¿Te tomas una cerveza?

La pregunta es un beneficio para el destinatario y el riesgo de amenaza es mínimo. Es un ofrecimiento.

¿Por qué no lo pintas de blanco?

El riego aumenta un poco. Es una sugerencia.

¿Me podrías prestar 50 euros?

Es un riesgo mayor. Se trata de una petición.

Todas las lenguas utilizan las preguntas como vehículo habitual para formular peticiones y sugerencias de manera cortés dado el carácter abierto de las mismas. En lo que se refiere a las opiniones, la estrategia de cortesía sirve para “enmascarar” la imposición. La estructura abierta de la interrogación mitiga el riesgo.

Basado en:

Escandell Vidal, M. V. (2013). Introducción a la pragmática (3a ed.). Barcelona: Ariel.

Algunos valores de los enunciados interrogativos

Para empezar, y de forma muy sencilla, puede decirse que una interrogación puede tener los siguientes valores:

  • Una pregunta: ¿Es la primera vez que viene usted a España?
  • Una petición u ofrecimiento: ¿Me trae la cuenta?
  • Una interrogativa eco: -¿Vas a venir mañana? -¿Que si voy a venir mañana?
  • Una interrogativa anticipativa: ¿Que qué hago yo aquí vestido de esta manera y a estas horas de la noche? Déjame sentarme y ahora mismito te lo explico
  • Una interrogación retórica ¿No crees que ha jugado sucio con nosotros?

No obstante, el problema de los valores pragmáticos (y semánticos) de las interrogaciones es mucho más complejo.

Con una interrogación también, se puede, por ejemplo, hacer un reproche:

(María corre contenta hacia Pedro, pues, después de dos horas ha encontrado una solución para poder ir a la piscina los viernes por la tarde:)

–María: Ya lo tengo. El viernes iré a la piscina a partir de las 10 de la noche.

–Pedro: ¿No podías haber encontrado una solución un poco peor? (también hubiese podido decir: –¿No podías ir un poco más tarde?)

Aunque entran en el campo de las interrogaciones retóricas, hay otro tipo de enunciados que, pese a ser aserciones, son algo diferentes entre sí:

¿Quieres que piensen que somos unos maleducados?

¿Qué hombre razonable desearía la guerra?

¿Puede haber algo más importante que la libertad?

¿Quién sino Juan puede haberlo hecho?

¿Cuándo se ha visto una cosa igual?

Las interrogaciones y la pragmática

Desde una perspectiva demasiado simple, se ha realizado la separación de las interrogaciones que –valga la redundancia– «preguntan» y las interrogaciones retóricas, que suponen ya una respuesta por parte del emisor.

No obstante, la realidad es mucho más compleja, ya que en las interrogaciones existen varias posibilidades pragmáticas diferentes a la de la pregunta. De hecho, en los enunciados interrogativos es necesario tener muy en cuenta los aspectos pragmáticos.

Veamos estos enunciados:

  1. ¿Vendrás esta noche al cine?
  2. ¿Vendrás esta noche al cine o no?
  3. ¿Vendrás esta noche al cine, verdad?
  4. ¿No vendrás esta noche al cine, verdad?
  5. ¿Te vienes esta noche al cine?
  6. ¿Puede decirme la hora?
  7. ¿No hace hoy un día maravilloso?
  8. Mira el tipo ese, ¿encima de haber tenido la culpa del accidente va a insultarnos?

Un somero análisis de estos enunciados nos sirve para demostrar que, en un enunciado interrogativo, las preguntas, además de para su función original, sirven, de manera comunicativa, para muchas otras cosas.

Bibliografía básica

Tipología de usos de las expresiones deícticas

Deixis ad oculos

  • En la deixis ad oculos, el enunciador y los objetos señalados se encuentran presentes en la situación comunicativa.
  • Es posible acompañar las enunciaciones de los deícticos con gestos visuales y acústicos.
  • La significación indicial de estos deícticos depende de la situación extralingüística del codificador.
  • El enunciador es el centro de orientación y determinará a su interlocutor por la dirección de los sonidos o por la línea de su mirada:

dame ese bolígrafo.

Deixis am Phantasma

  • Se refiere también a unos objetos relacionados, pero no posee el mismo centro de orientación.
  • No es posible identificar los objetos relacionados a través de gestos acústicos o visuales.
  • Siempre se aplicarán en contextos de nombres abstractos o de objetos que no existen:

cuéntame esa historia.

Representacional

  • Carece de centro de orientación y de objetos relacionados.
  • El enunciador elimina su centro real de orientación y se imagina localizado dentro de un espacio imaginado o un espacio de la memoria.
  • ¡Establece un centro de orientación con el que relaciona los objetos del espacio imaginado.
  • Los casos de la deixis ad oculos pueden utilizarse aquí, con la diferencia de que, en este caso, el contexto situacional es imaginado.
  • Pongamos un ejemplo con el presente histórico:

«…fui al cine, y estaba tan tranquilo cuando a mitad de película noto que me llaman y veo a una señorita que, con una extraña sonrisa, me pregunta: «¿Está libre este asiento?»…».

Discursiva o textual

  • El centro de orientación difiere de los tipos anteriores, ya que falta la correspondencia con una situación externa del codificador, sea real o reconstruida.
  • Corresponde a la situación momentánea, temporal o local, dentro del desarrollo del texto.
  • Es muy común la utilización de términos como «arriba», «abajo», etc., para la localización de segmentos discursivos relativos al punto de orientación.

«…y me pregunta: «¿Está libre este asiento?». Aquí se para unos segundos mirando…»

Deixis analógica

  • Solo se utiliza la dimensión local.
  • El centro de orientación está representado por un objeto concreto que funciona como análogo (la orientación dentro del espacio reconstruido es posible por analogía).
  • ¡Un mapa puede funcionar como análogo a una ciudad, indicando la posición del interlocutor al decir: «Tú estás aquí», siendo «aquí» acompañado por un gesto que indica cierto lugar del mapa.
  • En muchos casos, un simple parecido es suficiente para una correspondencia y por tanto para la deixis analógica. Si alguien señala a su costado derecho y dice «El coche le golpeó aquí», es la correspondiente parte del cuerpo de la persona la referida

Deixis no egocéntrica

  • Es posible que ciertos deícticos tengan un uso intrínseco o inherente.
  • En estos casos, se sustituye el punto de orientación egocéntrico de la significación egocéntrica por un punto no egocéntrico.
  • La orientación entre hablante y oyente no juega ningún papel: solo es importante como punto de referencia la dimensión del objeto localizante.
  • Si yo digo «la niña está detrás del árbol», es una perspectiva egocéntrica la utilizada, pues es necesaria la reconstrucción de un imaginario encaramiento entre el árbol y el hablante para saber cuál es el detrás del árbol. Aquí se utiliza la perspectiva egocéntrica del hablante.
  • Sin embargo, si digo «la niña está detrás del coche», aunque la distancia entre el coche y el hablante sea la misma que la existente entre el árbol y el hablante, la niña no está en la misma posición que en el ejemplo anterior, y ello es así porque el «delante» que sirve como referencia, en este caso, no es el «delante» del hablante (perspectiva egocéntrica), sino el «delante» del coche (perspectiva no egocéntrica), porque, en nuestra cultura, los coches tienen un delante, pero no los árboles.
  • Los objetos pueden tener «delante-detrás», o «izquierda-derecha» propios (es decir, no egocéntricos), a partir de la manera culturalmente aceptada en que nos interaccionamos con ellos, siendo nosotros mismos los que culturalmente hemos trasladado a dichos objetos tales dimensiones (un árbol o una farola no lo tienen, pero un coche o una silla sí. Una mesa de comedor no, pero sí una mesa de despacho).

Anáfora y catáfora

Juan vino ayer, y le dije que en otra ocasión avisara antes.

  • La relación entre Juan y le es anafórica.
  • En la anáfora, se establece una referencia intratextual que se ha establecido mediante una referencia al cotexto.
  • La función esencial de la anáfora es expresar la correferencia entre un deíctico y una expresión lingüística descriptiva o simbólica.
  • La anáfora es un mecanismo textual que sustituye los gestos extralingüísticos aplicados a la identificación de los deícticos por una indicación sintáctica.
  • La catáfora ejerce la misma función, pero hacia un elemento subsiguiente del cotexto.

(Deixis social)

  • No es exactamente un tipo distinto de deixis, sino una manera de codificar las identidades sociales de los participantes de un acto de habla o de las relaciones entre ellos.

¡Tú, vos, usted, su majestad, etc.

  • Estos elementos se cargan de valor “social” que afecta a la relación social, pero no a los sujetos de las deixis.
  • Dependen de la situación enunciativa o de las competencias culturales e ideológicas del usuario.

La deixis

Desde un punto de vista comunicativo, como afirma Escandell, «No basta con entender las palabras; hay que saber a qué objetos, hechos o situaciones se refieren» y, para ello, hay que identificar los objetos a los que nos referimos.

Por eso, Karl Bühler, en su Teoría del lenguaje (1934), distinguía entre:

  • Campo mostrativo (deíctico). Pertenecen al campo deíctico los elementos que suponen una indicación en la situación comunicativa.
  • Campo simbólico. Pertenecen al campo simbólico los elementos que tienen una precisión significativa aludiendo a otros elementos no presentes directamente en el acto comunicativo.

Este es un mensaje que, de forma más o menos literal, apareció en la puerta de mi despacho:

Hola, somos nosotras. Nos hemos pasado esta mañana por el despacho pero no estabas. Mañana estaremos por aquí.

En un mensaje de este tipo, es preciso precisar los referentes de persona (nosotras, ), los de lugar (aquí) y de tiempo (pasado, esta mañana, estaremos). Necesitamos precisar todos esos datos para entender de manera adecuada el mensaje.

Lo curioso de este tipo de palabras que acabamos de señalar es que solo significan dependiendo de la situación comunicativa. En sí, nosotras, aquí o mañana no significan nada si no se enmarcan en una situación determinada de enunciación. Se llaman palabras deícticas.

El término deixis se deriva del verbo griego que significa ‘señalar’, ‘indicar’ o ‘mostrar’. La deixis se ocupa directamente de la relación entre la estructura de un idioma y el contexto en el que se utiliza el lenguaje. Es un fenómeno por el cual determinadas características del contexto de emisión se codifican por medios léxicos o gramaticales.

La deixis es un fenómeno lingüístico universal:  todos los lenguajes humanos contienen términos deícticos. Un lenguaje sin deícticos no puede satisfacer las necesidades comunicativas de sus usuarios con la misma eficacia y eficiencia que un lenguaje que sí los tenga.

Los deícticos están constituidos por cualquier forma léxica o gramatical que indica una persona (yo, ), lugar o tiempo relativos: pronombres personales, demostrativos, posesivos, adverbios de lugar y tiempo, flexión verbal, fórmulas de tratamiento, anáforas y catáforas.

Una conclusión obvia es que la interpretación de muchos enunciados está directamente condicionada por factores extralingüísticos como la identidad del emisor y del destinatario, así como las circunstancias de lugar y tiempo en el que se realiza el enunciado.

Suele afirmarse que el sistema lingüístico de la deixis se organiza en torno a las coordenadas de:

Ego – Hic – Nunc

(Yo – Aquí – Ahora)

El yo es el centro deíctico, el marco esencial y necesario de referencia.

En consecuencia de ese eje, existen correlativamente, tres formas esenciales de deixis:

  • Deixis personal.
  • Deixis temporal.
  • Deixis espacial.

Ver:

Tipología de las expresiones deícticas.

Basado en:

Escandell Vidal, M. V. (2013). Introducción a la pragmática. Letras (3ª ed.). Ariel.

Referencias bibliográficas:

  • José Luis Cifuentes Honrubia: La deixis, Barcelona, E-Excellence, 2006.
  • José Luis Cifuentes Honrubia: Lengua y espacio. Introducción al problema de la deíxis en español, Alicante, Universidad de Alicante, 1989.
  • Stephen C. Levinson: “La deixis”, en Pragmática, Barcelona, Teide, 1989,  pp. 47-87.
  • María Victoria Escandell: Introducción a la Pragmática, Barcelona, Ariel, 2013 (3ª ed.).

Evolución de la Pragmática

Además de los precedentes más o menos remotos que se han mencionado, podemos dividir la evolución de la Pragmática en tres grandes etapas.

En el fondo, subyace el debate en torno a si podemos (o no) considerar a la Pragmática como una disciplina  lingüística.

Pragmática formalista (años 30 y 40 del siglo XX)

En esta época (Peirce, Morris), se concibe a la Pragmática como parte integrante de un sistema semiótico.

En esta primera etapa, se tiene una concepción bastante limitada, por la cual la Pragmática se ocupa de una pequeña parte de elementos que se escapan a otros niveles de estudio lingüístico como, por ejemplo, los deícticos.

Los filósofos del lenguaje (entre los años 50 y 70 del siglo XX)

Es una época en la que se empiezan a cuestionar los presupuestos de la filosofía analítica y el modelo lógico-matemático que la sustentaba.

Con el precedente del «segundo Wittgenstein» de las Investigaciones filosóficas, todo un conjunto de filósofos del lenguaje, inicialmente anglosajones (Strawson, Austin, Grice) y luego norteamericanos (Searle) se vuelcan en el estudio del lenguaje ordinario, convencidos, además, de que el lenguaje no es solo descriptivo, sino que sirve para realizar acciones.

En esta etapa el campo de la Pragmática es bastante más extenso. Aunque es una disciplina en pleno proceso de consolidación, todavía contaba, sin embargo, con ciertas reticencias, dado que su campo de acción era «negativo» (la Pragmática estudiaba lo que no estudiaban las demás disciplinas) y precisaba del uso cruzado de muchas disciplinas. Estos inconvenientes hacían que no fuera aún una ciencia totalmente reconocida.

Pragmática cognitiva y Pragmática integrada (años 80 y 90 del siglo XX)

En estos años, la Pragmática evolucionará en dos sentidos diferentes. En el ámbito anglosajón, triunfa la Pragmática cognitiva, mientras que en el ámbito francés predomina la Pragmática integrada a la lingüística.

Pragmática cognitiva

La Lingüística y la Pragmática se conciben como ciencias vecinas  y complementarias, susceptibles de tener puntos en común.

  • La Pragmática se orienta hacia la sociolingüística cuando hace hincapié en las funciones del lenguaje (Labov, Goffman).
  • Se orienta hacia la psicolingüística cuando hace hincapié en los procesos de adquisición y tratamiento de la información (Milner, Charoles).
  • Se orienta hacia las ciencias cognitivas, que consideran que el tratamiento pragmático de la información revela un sistema central de pensamiento y definen una Pragmática deductiva encargada de analizar los procesos inferenciales generales, universales y no específicos ni exclusivos del lenguaje. Esta Pragmática cognitiva intenta estudiar las relaciones entre el lenguaje y sus usuarios en relación al tratamiento que hacen estos de la información de acuerdo con un sistema de adecuación lo más óptimo posible (Dan Sperber y Deirdre Wilson).
Pragmática integrada

Algunos investigadores franceses (Anscombre, Ducrot, Récanati, Kerbrat-Orecchioni) realizan un estudio complementario entre la Pragmática y la Semántica. En este sentido, la Pragmática se encarga esencialmente de describir la situación de comunicación, las condiciones para que una comunicación tenga éxito y el estudio de palabras situaciones, como los deícticos. Acoge, pues, los aspectos del código ligados a la enunciación. Derivará también en las teorías pragmáticas argumentativas.

En la actualidad

La pragmática se ha convertido en un campo de estudio esencial para la ciencia cognitiva, la inteligencia artificial, la traducción automática, la informática, la neurociencia o las patologías del lenguaje, por poner solo algunos ejemplos.