Para hablar de las teorías de John L. Austin, empezaremos por delinear de forma breve algunas cuestiones importantes sobre la filosofía del lenguaje en el siglo XX.
Una parte muy significativa de la Filosofía del pasado siglo XX tuvo un fuerte componente lingüístico. Las dos grandes líneas de investigación fueron: el neopositivismo y la tendencia a estudiar el lenguaje como uso.
El neopositivismo
La característica básica de los filósofos neopositivistas es que intentaban que no interfirieran los valores semánticos en la investigación filosófica. Defendían un cientificismo basado en el empirismo de Hume como reacción a los planteamientos excesivamente metafísicos a los que estaba acostumbrada la filosofía de su época. Privando al lenguaje de los valores semánticos, intentaban reducir el lenguaje a su estructura lógica, que lo hacía más fácil de analizar desde un punto de vista lógico-matemático.
Los grandes precursores del Neopositivismo fueron Whitehead, Bertrand Russell y el Wittgenstein del Tractatus. En esta corriente neopositivista, podemos englobar a los integrantes del Círculo de Viena (Rudolf Carnap, Otto Neurath, Hans Hahn) y a los del Círculo de Berlín (Hans Reichenbach, Kurt Grelling, etc.).
El tránsito de Wittgenstein
Ludwig Wittgenstein ha sido considerado como el motor de toda la filosofía del lenguaje del siglo XX en sus dos líneas principales, con una etapa de transición.
- El “primer Wittgenstein” (Tractatus Logico-Philosophicus) afirmaba que el lenguaje ordinario era imperfecto para fines filosóficos, y propugnaba que fuera sustituido por otro perfecto (la lógica).
- Su pensamiento irá inclinándose paulatinamente hacia el uso del lenguaje. Los Cuadernos azul y marrón supusieron una época de transición, donde surge su teoría de los “juegos del lenguaje”. Wittgenstein hace hincapié en que una palabra no adquiere una significación plena si no se tiene en cuenta su uso en un contexto.
- El “segundo Wittgenstein” (Investigaciones filosóficas) defenderá que el auténtico valor del lenguaje se produce en su uso.
El lenguaje como uso
Está escrito: «En el principio era el Verbo«. Heme ya parado. ¿Quién me ayudará a proseguir? No; no debo dar tanta importancia al Verbo. Debo traducirlo de otra manera si me ayuda la inspiración. Está escrito: «En el principio era el Espíritu.» Reflexiona bien sobre esta primera línea y no dejes correr la pluma con precipitación. ¿Es el espíritu el que ha creado y el que lo ha puesto en orden todo? Debiera decir: «En el principio era la Fuerza.» Y, no obstante, algo me está diciendo interiormente que no debo darle esta interpretación. Por fin me siento iluminado y comienzo a ver con claridad; escribo resueltamente: «En el principio era la Acción.»
(Johann Wolfgang Goethe: Fausto)
Los dos grandes promotores de la noción del lenguaje como uso fueron Ludwig Wittgenstein, al que acabamos de ver, y John L. Austin, perteneciente a la “Escuela de Oxford”.
Si afirmamos que el valor auténtico del lenguaje es el uso que hacemos de él, estamos subordinando la semántica y la sintaxis a un elemento que está por encima de ellos: la pragmática.
Podemos resumir así las principales tesis de la teoría del lenguaje ordinario (o corriente):
- Tratar los problemas filosóficos evitando la jerga especializada mediante un lenguaje comprensible.
- Liberar a la filosofía de problemas artificiales planteados por sacar fuera de su uso y contexto al lenguaje ordinario.
- No buscar en la filosofía los cálculos, sino poner en claro conceptos que ya poseen las palabras en su empleo normal.
- Comprobar que el lenguaje ordinario atesora la experiencia secular de la humanidad.
- Partir del lenguaje ordinario antes de utilizar el lenguaje técnico, ya que es aquel y no este el que es capaz auténticamente de solucionar los problemas.