Juegos con las máximas
Pongamos un ejemplo recordando una anécdota de Maurice Bowra, en el Warden of Wadham College de Oxford. Estaba entrevistando a un joven para el posible ingreso de este en la universidad y, llegando para sí a la conclusión de que el joven no era un buen candidato, le dijo:
Creo que sería más feliz en una universidad más grande… o en una más pequeña.
Obviamente, Bowra no seguía la máxima de calidad, ya que no decía de forma explícita lo que pensaba en realidad, ni la máxima de manera, puesto que estaba siendo deliberadamente ambiguo y contradictorio.
Ante un enunciado de estas características, cabe preguntarse la razón por la que profería ese enunciado, si mentía al joven aspirante para engañarlo o era una mentira piadosa para que este no se sintiera dolido en exceso (posibilidades más directas hubieran sido: No entrarás en esta universidad o Desafortunadamente, no eres suficientemente bueno para ingresar en esta universidad).
Probablemente, el aspirante es muy consciente de que lo que querían decirle es que no había superado la entrevista. No, es por lo tanto, una mentira, sino una fórmula de cortesía comunicativa. Ese mensaje indirecto será mejor recibido por el joven que otro más directo y cruel.
Cuando los hablantes parecen no seguir las máximas, pero esperan que los oyentes aprecien el significado implícito, decimos que están vionando las máximas del principio de cooperación. Al igual que con un acto de habla indirecto, el hablante implica una función diferente del significado literal de la forma. Cuando viola una máxima, el hablante asume que el oyente sabe que sus palabras no deben tomarse al pie de la letra y que puede inferir el significado implícito.
1. Juego con la máxima de cantidad
El hablante que incumple la máxima de cantidad parece que aporta muy poca o demasiada información.
(Marta pregunta a Santiago, su esposo)
M. ¿Qué tal estoy?
S. Los zapatos son muy bonitos.
Santiago está dando una contestación con menos información de la que Marta espera. Con esta contestación, Marta es muy consciente de que Santiago quiere decirle que el resto de su vestimenta no le llama especialmente la atención.
2. Juego con la máxima de calidad
El hablante puede violar la máxima de calidad de varias maneras.
- Puede decir algo que no representa lo que piensa.
(En una tienda de ropa, cuando hemos visto una prenda que no nos agrada especialmente)
Bueno, luego volvemos.
Es un enunciado muy frecuente en España y que suele sorprender bastante a algunos extranjeros. En nuestro contexto cultural, la persona que trabaja en la tienda no toma nuestras palabras como una mentira, sino como una forma cortés de decir que nos vamos sin comprar un artículo.
- Mediante una exageración.
Tengo tanta hambre que me comería una mula.
Me muero de hambre.
Parece obvio que ningún interlocutor toma estas frases de manera literal.
- Mediante el empleo de metáforas.
Mi casa en enero parece Siberia.
La juventud es una enfermedad que se cura con el tiempo (Jardiel Poncela).
La religión es el opio del pueblo (Karl Marx).
- Mediante eufemismos convencionales.
Hoy he tenido que ir al baño cuatro veces.
Como apuntaba Leech, la ironía es una forma aparentemente amistosa de ser ofensivo y las bromas es una forma ofensiva de ser amistoso. En el primer caso, es un simulacro de cortesía y, en el segundo, un simulacro de descortesía.
En el caso de la ironía, el hablante expresa un sentimiento positivo, pero se implica algo negativo.
Me encanta que me despiertes a las cuatro de la mañana con tus mensajes de WhatsApp.
(En una cafetería)
¿Tienen un cruasán de ayer? Es que el que me ha dado parece de antesdeayer.
Veamos un ejemplo de broma:
¿Me das un beso, feo?
¿Vamos a la piscina, gordi?
El peligro de las bromas radica en que pueden ofender si los oyentes no interpretan bien la implicatura conversacional o si sospechan que hay un algo de verdad.
3. Juego con la máxima de relación
Cuando un hablante incumple la máxima de relación, espera que su interlocutor imagine lo que no se dijo en el enunciado y establezca la conexión entre lo dicho y lo dicho con anterioridad.
A. Están llamando a la puerta.
B. Estoy en el baño.
B espera que A. entienda que el lugar en el que se encuentra es relevante para su mensaje de que alguien está llamando a la puerta.
4. Juego con la máxima de manera
El interlocutor que se burla de la máxima de manera puede parecer oscuro, por ejemplo, para excluir a un tercero de la comunicación.
(Un marido a su mujer, para que no se entere su hija de que va a comprar helado)
Estaba pensando salir a comprar una de esas cosas frías y blancas con chispitas negras.
La violación de las máximas del principio de cooperación
Un hablante viola una máxima de forma flagrante cuando genera una implicatura engañosa. El hablante proporciona deliberadamente información insuficiente, dice algo que es insincero, irrelevante o ambiguo, y el oyente erróneamente asume que están cooperando.
1. Violación de la máxima de cantidad
Si un hablante viola la máxima de cantidad, no le dan al oyente la información suficiente para saber de qué se está hablando, porque no quiere que el oyente conozca la imagen completa. El hablante no busca una implicatura por parte del oyente, sino que está siendo parco en palabras de verdad.
“—¡Buenos días, Lucas! ¿Qué tal?
—No me hables, mira, estoy negro. Esta mañana he ido yo a llevar al niño al colegio en coche. En mala hora se me ha ocurrido. ¡Uuuna caravana! ¡Qué atascazo, Dios! ¡Casi dos horas para llegar! Y el chaval, pobre, muerto de hambre porque habíamos salido tarde de casa, no había desayunado y se subía por las paredes. Al final, berreando en el coche. Y yo con fiebre, que no sé cómo podía conducir. Porque yo prefiero no tomar antibióticos, porque ya sabes que luego las bacterias se hacen resistentes o no sé qué pasa…”
Ejemplo procedente de Estrella Montolío
Conversación entre unos padres y su hijo:
—¿Dónde vas?
—Por ahí.
—¿Con quién?
—Con mis amigos.
—¿A dónde?
—A dar una vuelta
Los padres eran mis padres y el hijo era yo a los quince años
–¿Cuánto te costó ese vestido nuevo, cariño?
–Menos que el último.
En este caso, la mujer encubre con ambigüedad el precio.
2. Violación de la máxima de calidad
(En La pantera rosa, el inspector Clouseau pregunta al recepcionista)
C. ¿Muerde su perro?
R. No.
(El inspector Clouseau va a acariciar al perro y el perro le muerde)
–Me había dicho que su perro no mordía.
–No es mi perro.
–¿Cuánto te costó ese vestido nuevo, cariño?
–70 euros.
(En realidad, el vestido ha costado 170 euros. La mujer miente para no generar un conflicto).
En algunas ocasiones, violar la máxima de calidad no es síntoma de culpabilidad. Puede haber mentiras piadosas que tienen una buena intención.
Mamá se ha ido al cielo.
En algunas culturas, cuando no se conoce bien al interlocutor y no se tiene familiaridad, violar la máxima de calidad es una muestra de cortesía para evitar dar una respuesta negativa.
3. Violación de la máxima de relación
–¿Cuánto te costó ese vestido nuevo, cariño?
–Salgamos esta noche. ¿Dónde te gustaría ir?
A: ¿Te ha gustado la película?
B: El montaje de la primera parte está bastante logrado, aunque yo he echado en falta un poco más de ritmo en las escenas de violencia. No sé si te has fijado en que había un extra bostezando en la escena del mercado, y el tipo que yo tenía sentado al lado también ha estado bostezando y comiendo palomitas ¡tooodo el rato! haciendo un montón de ruido.
A: Sí, pero ¿te ha gustado la película o no?
Ejemplo de Estrella Montolío
4. Violación de la máxima de manera
–¿Cuánto te costó ese vestido nuevo, cariño?
–Una pequeña parte de mi sueldo y una parte bastante mayor del sueldo de la persona que me lo vendió.