No importan de dónde vienen las palabras – Los anglicismos en el español

Ilan Stavans acaba de publicar un artículo muy interesante en The New York Times sobre los anglicismos en el español de Estados Unidos a propósito de la publicación reciente del Diccionario de anglicismos del español estadounidense, que figura en la bibliografía que remata esta entrada y a la que el profesor del Amherst College se enfrenta de forma crítica.

Como bien dice el profesor Stavans, esto de los extranjerismos en general y de los anglicismos en particular es un asunto que se trata con demasiada ligereza y, muy frecuentemente, desde un purismo muy mal entendido. En Estados Unidos, cada vez es más importante la presencia de una comunidad hispana que junta, asocia y mezcla el inglés con el español y el español con el inglés. Lo que en un principio puede parecer una mezcla dispar, no deja de ser una mezcla heteróclita. Sin más. Natural y ajustada a un contexto, a un momento y a una cultura. Solemos cerrarnos a la entrada de palabras extranjeras en una lengua, pero ignoramos la cantidad de palabras que utilizamos que, en su día, vinieron «de fuera» (o «de dentro», pero de gente «de fuera») y que hoy aceptamos con naturalidad.

Como dice Ilan Stavans, en un país como Estados Unidos, con cerca de 60 millones de latinos, ese contacto de lenguas no es ocasional, sino frecuente y corriente. El hecho indudable es que el español usado en Estados Unidos tiene unas peculiaridades que no solo han de ser estudiadas y reflejadas de forma académica, como ocurre con el diccionario que citamos de Francisco Moreno-Fernández, sino que se legitiman en lo más importante que tiene una lengua: su uso en una comunidad de hablantes. Adaptando una frase del profesor Stavans en el artículo, las lenguas no necesitan una nacionalidad para legitimarse. Como afirma Stavans, «En realidad, no importa de dónde vienen ni adónde van; lo que importa es que digan algo que la gente entienda».

¿Dónde acaba esa influencia mutua entre español e inglés en Estados Unidos? No lo sabemos. Yo diría más: ni lo sabemos ni nos interesa. Lo auténticamente importante es la riqueza de una lengua viva que se usa entre las familias y en la calle. Las lenguas y sus cambios no son un indicio de decadencia, sino de vivacidad y de riqueza. Como dice Ilan Stavans: «Las palabras, como las personas, cambian y se trasladan de un lugar a otro sin importar los muros ni los diccionarios».

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