Principios teóricos de la cortesía. Brown y Levinson

Brown y Levinson (1987) plantean su teoría desde el concepto de Erving Goffman de imagen, que es básico en las relaciones sociales: todos nosotros intentamos reclamar para nuestra persona un valor positivo. Por lo tanto, completan la teoría de Grice añadiéndole el elemento interpersonal.

Para Brown y Levinson, los individuos tienen dos propiedades básicas que explican su comportamiento comunicativo:

    • Racionalidad. El modo de razonamiento de los individuos se puede definir con precisión y está ligado al principio de cooperación: sigue unos medios comunicativos parra llegar a unos fines.
  • Imagen pública. Cada individuo tiene una cierta imagen pública que quiere conservar. Está ligada a la cortesía: la imagen pública hay que ponerla a salvo y, por ello, no hay que dañar ni amenazar la imagen pública de los demás.

Imagen positiva e imagen negativa

Según Brown y Levinson, la imagen de nosotros mismos tiene dos caras:

  • Imagen positiva. Necesidad de ser aprobado y aceptado por los otros. Hola, guapa.
  • Imagen negativa. Deseo de no sufrir imposiciones. ¿Me dejas el coche, encanto?

En momentos discursivos “difíciles” (preguntas, órdenes, etc.) hay que ser muy cautos para no caer en la descortesía. Para poder mantener la interacción, surgen las estrategias de cortesía.

La importancia de la imagen personal

La imagen es la proyección social que hacemos de nosotros mismos y que ponemos en juego en las interacciones verbales. En la comunicación se produce el encuentro entre seres humanos que proyectan una imagen de sí mismos y que intentan hacer respetar.

Esta imagen tiene varias caras:

    • La imagen que cada uno tiene de sí mismo.
    • La imagen personal que proyecta a los demás (puede no coincidir con al anterior): positiva o negativa, y que puede variar según sus intereses concretos en cada momento.
    • La imagen o rol que desempeña (en el ámbito de las relaciones sociales): como profesional, familiar, amigo…
  • La imagen del yo integrado en un grupo: cuando nos sentimos atacados en cuanto profesores, o españoles, si se afirma algo en contra de ese colectivo.

El fundamento de la (des)cortesía

Hay varios tipos de acciones que ponen en peligro la imagen pública de uno mismo o del interlocutor. Para suavizar esa amenaza potencial, es necesaria la cortesía.

El nivel de cortesía que ha de emplearse depende de tres factores:

    • El poder relativo del destinatario con respecto al emisor. Es el eje horizontal de la relación social.
    • La distancia social: grado de familiaridad y contacto entre los interlocutores. Es el eje vertical de la relación social.
  • El grado de imposición de un acto con respecto a la imagen pública. Depende de la consideración de cada cultura.

Las estrategias de la cortesía

BrownLevinsonEstrategias

Principios teóricos de la cortesía. Lakoff

La pragmática se puede aplicar al campo lingüístico o al campo social. La cortesía comunicativa pertenece a este último ámbito. El lenguaje no sirve solo como vehículo de las intenciones del hablante, sino que también establece una interacción con los demás.

Lakoff (1973) establece que la adecuación pragmática tiene que seguir dos máximas:

  • Sea claro.
  • Sea cortés. Submáximas

▪No se imponga. En situaciones de diferencia social entre los interlocutores.

▪ Ofrezca opciones. Cuando hay equilibrio social entre los interlocutores pero falta familiaridad y confianza. Los posibles rechazos no sitúan a nadie en posición incómoda.

▪ Refuerce los lazos de camaradería. En situaciones en las que la relación entre interlocutores es muy cercana. Se intenta colocar al otro en una posición agradable y mostrar interés por sus cosas.

La (des)cortesía comunicativa

Algunas expectativas que tienen los hablantes no tienen que ver con la transmisión de información, sino con el modo de transmitir la información para mantener buenas relaciones entre los interlocutores.

Aunque pueda parecer extraño, decir la verdad puede resultar descortés en determinadas circunstancias: para ello, existen procedimientos lingüísticos de atenuación.

Cortesía social y cortesía lingüística

La cortesía social tiene que ver con la “educación” y las “buenas maneras”. La cortesía comunicativa se basa en elementos lingüísticos para conseguir una comunicación eficaz en la relación entre emisores y receptores.

Por lo tanto, cuando hablamos en Pragmática de cortesía no nos referimos a las reglas sociales de comportamiento (limpiarse la boca con la servilleta en vez de hacerlo con la mano, dejar sentarse a una persona mayor en el autobús), sino que nos referimos a las elecciones que realizamos en el ámbito comunicativo.

El hablante quiere ser valorado positivamente (imagen positiva) y que no invadan su territorio (cortesía negativa). Además, también se preocupa de que su interlocutor se sienta apreciado y no sea tratado de forma negativa.

La cortesía supone un equilibrio en el empleo de los mecanismos comunicativos para conseguir lo que deseamos sin forzar en exceso al destinatario de nuestro mensaje. Hablar supone, pues, actuar sobre el interlocutor.

La utilidad de la cortesía comunicativa

Hablar es hacer y esto supone, a veces, entrar en el territorio del otro.

La cortesía sirve para combatir o anular las defensas que pueda tener nuestro interlocutor a entrar en su “territorio”. La descortesía intenta, por el contrario, levantar un muro para que no se invada o el territorio o atacar directamente al que se considera “enemigo”.

Cortesía ritual y cortesía estratégica

  • La cortesía ritual está fijada socialmente: los saludos, los agradecimientos, las felicitaciones, los cumplidos, etc.
  • La cortesía estratégica depende de la propia voluntad del hablante, que busca, la colaboración del interlocutor, su buena disposición a escucharle, a atenderle, a prepararle para posibles recriminaciones, etc.

La explicatura

Sperber y Wilson consideran imprescindible introducir un elemento nuevo en la teoría pragmática: la explicatura. Para estos autores, mientras la implicatura se refiere al contenido deducido y construido según supuestos anteriores, la explicatura es el contenido que se comunica de forma explícita por medio del enunciado.

Es preciso ser cuidadosos y no pensar que la explicatura es contenido descodificado y la implicatura contenido inferido. Aunque las implicaturas se obtienen por inferencia, para recuperar el contenido de las explicaturas también es necesario recurrir a profesos inferenciales.

La explicatura es una información comunicada de forma explícita. La primera tarea comunicativa es determinar las explicaturas. El primer paso es descodificar el enunciado correctamente, pero hay otras tareas que van a requerir el funcionamiento de los mecanismos de inferencia.

¿Dónde está el gato?

Para entender el enunciado, al interlocutor no le basta con que conozca las acepciones del término gato en español. El emisor ha querido referirse solo a uno de esos tipos de entidades, por lo que la determinación de la explicatura precisa que se resuelva el problema planteado por la existencia de varios significados asociados a un significante. El mero hecho de decidir exactamente a qué se está refiriendo el hablante es ya una cuestión inferencial.

Por lo tanto, la explicatura combina los contenidos conceptuales codificados por el sistema lingüístico con otros que es preciso inferir contextualmente. Para determinar las explicaturas, necesitamos varios pasos: descodificación, desambiguación, asignación de referentes, establecimiento de un proceso inferencial, etc.

Es importante subrayar que algunos de estos procesos son casi automáticos y el receptor ni siquiera llega a ser consciente de que haya otras posibilidades. Solo entra en juego un proceso consciente si algo no funciona por alguna otra razón:

(Los siguientes enunciados solo funcionan en un contexto oral)

[ ‘po λo a la θer ‘βe θa ]

[ o raŋ gu ‘tan al ‘βi no ]

El principio general que rige estos procesos es la teoría de la relevancia. El destinatario elige la opción que da lugar a mayores efectos contextuales con el menor esfuerzo.

Desambiguación

La desambiguación utiliza la información ofrecida por el contexto situacional. En el ejemplo de un gato, será diferente si el hablante está en casa o si está en una carretera fuera del coche. Una desambiguación incorrecta es la fuente de muchos chistes:

–Al niño le hemos puesto gafas.

–¡Qué nombre más feo!

Asignación de referente

En este caso, nos atenemos a la decisión de a qué ente concreto señala una determinada expresión lingüística. También requiere de la información del contexto situacional.

Cierra la ventana

El receptor debe decidir qué ventana desea el hablante que se cierre, ya que este no se contentará con que se cierre cualquiera de las ventanas de la casa.

Enriquecimiento o especificación de referencia de expresiones vagas

Es un proceso por el que se completa la información que no está suficientemente detallada.

La casa de Pepe es demasiado grande

Este enunciado no precisa de forma inequívoca si es la casa en la que vive, la casa que ha comparado, la casa que ha construido, la casa que ha alquilado, la casa que está a punto de comprar… La lista de posibilidades puede ser muy grande.

Además, la expresión «demasiado grande» también es poco vaga. ¿Muy grande para qué? ¿Muy grande para quién? Dado que hablamos de la casa de Pepe, el interlocutor suple esa información con sus conocimientos previos.

Un enriquecimiento inadecuado también da lugar a situaciones humorísticas:

—¿Tiene algo bueno para las moscas?
—Tenemos Orión, Raid, Baygón, Kill-Paff…
—Le he pedido algo bueno; lo que usted me ofrece ¡las mata!

Otros ejemplos

A. ¿Has estado con Juan últimamente?

B. Yo no me relaciono con delincuentes.

  • Explicatura: Yo no me relaciono con delincuentes.
  • Premisa implicada: Juan es un delincuente.
  • Conclusión: Yo no me relaciono con Juan.
  • Conclusión implicada: No he estado con Juan últimamente.

La sopa se te está quedando fría

  • Explicatura. La sopa está perdiendo temperatura.
  • Implicatura. Tienes que ir rápidamente a la mesa.

Escandell Vidal, M.ª Victoria. Introducción a la pragmática. Barcelona: Ariel (3.ª ed.) 2013.

El papel del emisor y del receptor en la teoría de la relevancia

Tanto el productor del enunciado como el receptor tienen un papel más activo que en la teoría de comunicación por descodificación.

En el caso del receptor, la misión del oyente es intentar:

  • Descubrir sus intenciones comunicativas e informativas.
  • Llegar a lo que el hablante ha querido comunicar.

Un hombre con cara de ladrillo pegaba puñetazos en cierta cosa
de color café que resultó ser un piano (E. Jardiel Poncela, Amar se escribe sin hache)

El lector no se limitará a descodificar, sino que intentará descubrir el significado irónico propuesto por el autor pero que no se ha trasmitido de forma explícita.

El entorno cognitivo compartido

Entornos cognitivos

Cuando dos personas se comunican, cada una intenta entender a la otra desde su entorno cognitivo y ambas crean un espacio común en el que existen ideas poseídas por ambos. Este espacio es el entorno cognitivo compartido.

Pero, como cada uno de nosotros posee un entorno cognitivo propio, la coincidencia entre ambos entornos cognitivos nunca es total, lo que da pie a los problemas en la co­municación. Estos fallos forman parte del sistema y, por ello, la comunicación es una cuestión de grado.

A: No haces nada nunca en casa ¡Eres un egoísta!
B: Sí, yo también te quiero

Lo que B quiere decir no es la suma del significado de las palabras que pronuncia. Entre lo que B ha dicho y lo que ha querido decir existe un diferencial de significado que el oyente tiene que recuperar. Para ello, es necesario que A active un tipo de razonamiento similar a este:

  • B ha dicho que me quiere.
  • Dado el desarrollo de la conversación, sé que esto no es lo que me quiere decir
  • Si B ha emitido un enunciado que no refleja lo que me quiere decir, puede ser porque me quiere comunicar algo más de lo que me ha dicho
  • Mi enunciado previo era un reproche También indica reciprocidad. La respuesta de B es un reproche bajo la forma de un halago

 

La importancia de la inferencia

Para la teoría de la relevancia, la pragmática es la teoría de la interpretación de los enunciados. En esta interpretación, la inferencia juega un papel esencial.

Entender un significado tiene dos aspectos:

  • Descodificación de los signos lingüísticos.
  • Inferencia, por la que se salta de lo dicho a lo implicado.

Si Grice dio el primer paso para la explicación de la comunicación humana como proceso de inferencia, Sperber y Wilson piensan que el principio explicativo de la relevancia puede ser considerado universal. Teniendo en cuenta este principio universal, el resto de máximas del principio de cooperación resultan superfluas.

El principio de relevancia, además, no admite ser seguido o violado, ya que se aplica a todos los actos de comunicación intencional.

Es importante señalar que hay inferencias lógicas e inferencias pragmáticas. Las inferencias lógicas funcionan por un mecanismo deductivo, mientras que las inferencias pragmáticas se establecen mediante las implicaturas.

Las inferencias y el contexto

La inferencia es un proceso de razonamiento deductivo (se parte de unas premisas para llegar a una conclusión). Lo interesante es cómo seleccionamos las premisas en nuestro trabajo interpretativo buscando la relevancia.

Veamos un ejemplo:

A. ¿Vas a comprar el diccionario?

B. Gasté todo el dinero que tenía.

Para interpretar la respuesta de B es necesario que A construya un contexto (basado en ciertos conocimientos y creencias) que es el que B esperaba que construyera:

  • Se necesita cierta cantidad de dinero para comprar un diccionario.
  • B no tiene dinero.
  • De estas premisas A saca la implicatura «B no va a comprar el diccionario».

El contexto constituido por las premisas es un subconjunto de las creencias y conocimientos de toda índole que probablemente posee A.

A solo selecciona el conjunto de conocimientos necesarios para interpretar lo que dice B.

La garantía de relevancia y los efectos contextuales

Garantía de relevancia

Cada enunciado lingüístico intencional incluye una garantía de relevancia. Esta garantía permite contar con que, si una persona produce un estímulo verbal deliberado, ese estímulo merece nuestra atención y el esfuerzo de interpretarlo, ya que produce los efectos cognoscitivos que nos interesan, a corto o a largo plazo.

En nuestro entorno cognoscitivo hay información:

  • Inmediatamente accesible, que no necesita ser procesada.
  • Información totalmente desconectada, que exigiría un gran esfuerzo de procesamiento, quizá en buena parte inútil.
  • Información nueva pero conectada con la que ya tenemos: la conexión provoca más información nueva, que no se hubiera podido inferir sin la conexión. Esta información es la más relevante, pues produce un efecto de multiplicación, con menos coste de procesamiento.

Efectos contextuales

Los resultados de esta multiplicación de la que acabamos de hablar se llaman «efectos contextuales».

Una nueva información puede tener efectos contextuales de dos maneras:

  • La información nueva permite reforzar información ya existente en la memoria.
  • La información nueva contradice o debilita información anterior.

Un enunciado que tiene efectos contextuales es relevante en ese contexto. Por otro lado, no hay que olvidar que la relevancia no es un concepto absoluto sino que se mide en grados de relevancia.

 

Introducción a la teoría de la relevancia

La teoría de la relevancia está basada en el acotamiento a una de las máximas de Grice. No obstante, no es solo una extensión o modificación de la teoría de Grice, sino que propone una manera diferente de explicar el proceso de la comunicación lingüística. En definitiva, la teoría de la relevancia se ajusta mucho a la intuición que todos nosotros tenemos como usuarios del lenguaje.

Esta teoría se puede considerar, simultáneamente, como una reacción y un desarrollo de las teorías de Grice.  Fundamentada en una visión general de la cognición humana, la tesis central de la teoría es que el sistema cognitivo humano funciona de tal manera que tiende a maximizar la relevancia en el proceso de comunicación. Por lo tanto, el principio comunicativo de relevancia es responsable de la recuperación tanto del contenido explícito como implícito de un enunciado. Además, la gran novedad es que esta teoría se inserta en una teoría general de la mente y de la cognición.

Debemos la teoría de la relevancia a Dan Sperber y Deirdre Wilson que publicaron La relevancia. Comunicación y procesos cognitivos en 1986 (Relevance. Communication and cognición). Aunque no está exenta de críticas, la teoría de la relevancia ha ganado muchos adeptos y es una de las teorías más valoradas en el terreno de la pragmática.

La ventaja que tiene el principio de relevancia respecto a las teorías de Grice, a juicio de Sperber y Wilson, radica en que este principio se aplica sin excepciones. Por lo tanto,  el principio de relevancia se aplica sin excepciones, por lo que no se trata de que los comunicadores sigan, violen o burlen el principio.

Cuando los oyentes y los lectores dan sentido a un texto, interpretan las conexiones en un texto como significativas basándose en su propio conocimiento del mundo. Por esa razón, el propósito de la comunicación es ampliar los entornos cognitivos comunes a los interlocutores.

La relevancia (o pertinencia) es el principio que explica todos los actos comunicativos lingüísticos, sin excepción: prestamos atención a nuestro interlocutor porque damos por supuesto que lo que dice es pertinente.

Sperber y Wilson piensan que somos cooperativos porque, con ello, tenemos algo que ganar: conocimiento del mundo. Por eso, entablar una comunicación supone dedicar atención, tiempo y esfuerzo para entender lo que nos dicen. A cambio, recibimos unos «efectos cognoscitivos», es decir, una modificación o enriquecimiento de nuestro conocimiento del mundo. Y esperamos de nuestro interlocutor que sea relevante, que nos diga algo que contribuya a enriquecer nuestro conocimiento del mundo sin exigirnos un esfuerzo desmedido de interpretación. Un enunciado es más relevante cuantos más efectos cognoscitivos produzca un enunciado y exija menos esfuerzo de interpretación.

Según Sperber y Wilson, en toda comunicación se produce un proceso de ostensión e inferencia. En este proceso, hay dos niveles de intencionalidad: la intención del hablante de informar sobre algo (la intención informativa) y la intención del hablante de comunicar su intención informativa (intención comunicativa). La comunicación se produce cuando se logra esa intención comunicativa y la audiencia reconoce la intención informativa del hablante.

Para lograr su intención comunicativa, el hablante utiliza un estímulo ostensivo para poder captar la atención de su interlocutor y generar unas expectativas de relevancia suficientes para que dicho interlocutor pueda inferir esta intención comunicativa.

El grado de relevancia se rige, pues por los efectos contextuales y el esfuerzo de procesamiento.

  • Los efectos contextuales incluyen cosas tales como agregar nueva información, fortalecer o contradecir una suposición existente o debilitar la información anterior. Cuanto más efectos contextuales, mayor es la relevancia de un hecho particular. No vale la pena procesar un hecho nuevo que no esté conectado con nada ya conocido, mientras que vale la pena procesar un hecho nuevo con algo ya conocido.
  • En lo que respecta al esfuerzo de procesamiento, la teoría dice que cuanto menos esfuerzo se necesita para recuperar un hecho, mayor es la relevancia. El oyente interpreta lo que se dice al encontrar un contexto accesible que produce la cantidad máxima de información nueva con la cantidad mínima de esfuerzo de procesamiento.

Pongamos un ejemplo muy simple:

Abrimos los domingos

Es obvio que, en este enunciado, concedemos una relevancia al enunciado y hacemos hincapié en él de forma distinta si es un rótulo que aparece en una iglesia o en un supermercado.

Uno de las bases comunicativas del principio de relevancia es la consideración de la importancia de tener en cuenta un modelo basado en la inferencia en vez de un modelo basado en el código, como ya vimos al tratar las teorías de Grice.

Para saber más:

Pons Bordería, S. (2004). Conceptos y aplicaciones de la teoría de la relevancia. Madrid: Arco Libros.