Contenido actualizado el 23 de febrero de 2023.
Como ya hemos dicho en algún otro apartado de esta web, resulta necesario hacer un nuevo planteamiento el modelo de comunicación tradicional, tan extendido y estudiado.
El modelo de comunicación de Jakobson, que tenía su fundamento en el modelo de Shannon y Weaver, es el más conocido y aplicado, pero presenta graves deficiencias que ya estaban en su origen para las comunicaciones entre máquinas y que dificultan en extremo su aplicación a la comunicación humana:
- Los emisores y receptores no se limitan a codificar y descodificar los mensajes. Si fuese así, la comunicación sería solamente una cuestión de conocimiento del código. Sabemos, sin embargo, que los hablantes utilizan la comunicación no verbal, gastan bromas, dicen las cosas con segundos sentidos…
- En relación con lo anterior, sabemos que podemos haber entendido perfectamente las palabras de nuestro interlocutor y no haber captado el sentido de lo que nos ha querido decir. Y, a la inversa, podemos también comprender a alguien que no esté empleando ningún código.
- La comunicación humana no se limita a la comunicación lingüística, sino que nos podemos comunicar a través de otras vías no menos importantes.
- El ruido es un concepto demasiado simple para aplicarlo a la comunicación humana. Podemos no comprender un mensaje por falta de conocimiento sobre el tema del que nos hablan, por falta de domino del código (como ocurre con un estudiante extranjero que aprende una lengua), por pertenecer a dos modelos de cultura diferentes, por la falta de voluntad de llegar a un acuerdo, etc.
- El contexto del hablante y del oyente puede no ser el mismo. Cada persona selecciona una serie de elementos en la comunicación según su capacidad cognitiva, por ejemplo.
En consecuencia debemos ser extremadamente prudentes y ser conscientes de que el modelo de Jakobson no explica de modo adecuado la comunicación humana.
El modelo comunicativo del que debemos partir tiene las siguientes premisas:
- La comunicación lingüística es solamente una parte (aunque, eso sí, muy importante) en nuestra manera de transmitir mensajes.
- Es necesario saber distinguir entre el deseo de establecer contacto con nuestro interlocutor (intención comunicativa) y el deseo de transmitir un mensaje (la intención infomativa). En algunas ocasiones, estas dos intenciones se solapan, pero hay otras ocasiones en las que es evidente que alguien quiere establecer un contacto comunicativo, pero no sabemos con exactitud qué nos quiere transmitir.
- Dado que cada persona tiene su propia visión del mundo (un determinado entorno cognitivo), va a utilizar esta visión para intentar comprender los mensajes que reciba. El éxito comunicativo radica en que esa visión del mundo sea común para los interlocutores.
- Pese a lo interior, los interlocutores tratan de cooperar para que la comunicación sea lo más eficaz posible. El hablante intentará escoger (mostrar) la forma de comunicarse que, en la medida de sus posibilidades, sea lo más eficaz posible, y el receptor tratará de inferir lo que quiere decir el hablante.
- El contexto ya no es algo dado, la escena sobre la que se produce la comunicación, sino que es un conjunto de ideas y estímulos para procesar los mensajes.
- Fundamentamos nuestra comunicación en el principio de relevancia: los seres humanos buscamos una forma de comunicarnos en la que el esfuerzo para procesar la información sea el más sencillo posible. Para ello, es necesario dosificar con inteligencia la información nueva combinándola con la información conocida.
Para saber más:
- Escandell Vidal, M. V. (2014). La comunicación. Lengua, cognición y sociedad. Madrid: Akal.
- Pons Bordería, S. (2004). Conceptos y aplicaciones de la teoría de la relevancia. Madrid: Arco Libros.
- Pons Bordería, S. (2005). La enseñanza de la pragmática en la clase de E/LE. Madrid: Arco Libros.