Archivo de la categoría: Lingüística

Los políticos hablan para los niños

Donald Trump

Un reciente estudio de la Universidad de Carnegie Mellon (EE. UU.) concluye que la mayor parte de los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos para las próximas elecciones utiliza un vocabulario y una gramática propios de niños (y niñas, sí) entre 12 y 14 años (en el sistema educativo estadounidense, entre 6º y 8º grado). La palma se la lleva Donald Trump, pero resulta curioso que, en general, el uso del lenguaje por parte de los candidatos se ha ido simplificando a medida que la campaña electoral ha ido avanzando. Entre los récords históricos, los autores del estudio señalan que Lincoln, por el lado bueno, era el que utilizaba una gramática más compleja, esa a la que llegan los estudiantes de 17 años, mientras que George Bush tenía un manejo gramatical propio de estudiantes de 10 años. En lo que respecta al vocabulario, la variación del discursos de Trump o Hillary Clinton sugiere que ambos candidatos han tenido muy presente la adaptación de los discursos a sus oyentes. En lo que a gramática se refiere, la puntuación de los candidatos baja a un nivel educativo de entre 10 y 12 años.

Un estudio de estas características no está exento de dificultades: los autores se han basado en un modelo que realiza un análisis comparativo entre la frecuencia de palabras y construcciones gramaticales propias de cada nivel académico y su uso en los discursos de los candidatos (este análisis comparativo permite conclusiones más certeras con respecto a la palabra hablada que otros estudios anteriores, como el realizado por el Boston Globe).

La Retórica, desde Aristóteles a Perelman, pasando por Cicerón y Quintiliano, ya explicaba que los discursos debían de adaptarse a las circunstancias y, por supuesto, a los oyentes. Sin embargo, no deja de ser preocupante que esta adaptación suponga, desde el punto de vista lingüístico, una infantilización que suena –también– a simplificación. Obviamente, un discurso ante una audiencia nutrida a veces puede verse comprometido si es demasiado complejo en palabras y estructuras, pero hablar a los oyentes como a niños de 12 años no deja de ser alarmante. ¿No es posible lanzar un mensaje eficaz y de más altura? Quizás ese «bajón» deliberado de nivel pueda buscar también otras cosas, ciertamente más peligrosas. Que cada uno saque sus propias conclusiones.

Y, de forma inevitable, todo esto nos lleva a preguntarnos qué ocurriría si se hiciese un estudio similar en nuestro país. Hemos tenido una campaña electoral muy reciente y, si nadie lo remedia, puede que nos encontremos con otra campaña dentro de poco. En el fondo, investigar el léxico y la gramática empleados por nuestros políticos nos conduciría a conocer cómo nos quieren tratar y por quién nos toman.

El estudio que mencionamos, «A Readability Analysis of Campaign Speeches from the 2016 US Presidencial Campaign», es de Elliot Schumacher y Maxine Eskenazi, pertenecientes al «Language Technologies Institute» de la School of Computer Science de la Universidad de Carnegie Mellon, en Estados Unidos. He encontrado y consultado el estudio gracias a esta referencia.

(La imagen es de Gage Skidmore)

Entrada reproducida inicialmente en mi blog VerbaVolant.

Pero qué mala es la RAE y qué tontos son los académicos, madre mía (sobre almóndigas, murciégalos y toballas)

(Esta entrada ha sido publicada en mi blog personal VerbaVolant. Pese al tono desenfadado, he decidido incluirla también aquí puesto que el tema es perfectamente válido para el debate académico).

He aguantado mucho y creo que no puedo más, así que voy a hablar. Para que no haya ningún malentendido, diré que en muchas ocasiones he sido crítico con el trabajo de la RAE o, mejor dicho, con las estrategias o con las ausencias. Empezando por estas últimas, la tardía y escasa incorporación de las mujeres a los sillones «reales». Y, en cuanto a las primeras, la estrategia económica de inundarnos con versiones de las obras académicas de una manera más forzada que necesaria o una búsqueda de esponsorización que a veces rodea el vasallaje y conduce a un nada deseado clientelismo (además de las molestas publicidades en la página web, algunos materiales digitales de la RAE solo se pueden consultar si eres usuario de un PC con Windows).

Pero una cosa son verdades incuestionables y otra mentiras que, a base de repetirlas, llegan a asentarse como elementos pertinaces del dogma popular. Una de ellas, muy recurrente, es la de que la RAE «acaba de aceptar palabras como…». Ayer mismo, en un informativo de Telecinco, Pedro Piqueras nos hablaba de esas rarísimas palabras y un reportero salía a la calle para que los viandantes, llenos de un caudal de conocimiento lingüístico y preocupados como no había visto en mi vida por el estado de salud de nuestro idioma, se alarmasen de que la Academia acabase por rematarlo.

No voy a extenderme porque sería algo muy muy largo. Y me limito a cuestiones que afectan, aunque no solo, al Diccionario, sin mencionar otras que pertenecen a la Ortografía y la Gramática que dejaremos para otra ocasión.

Los viandantes e informantes se escandalizan de que la Academia acepte murciégalo. ¿Qué horror, verdad? Lástima que la palabra «buena», murciélago, proceda de la espantosa murciégalo. Lástima que en la definición quede muy claro que está en desuso y que pertenece al ámbito vulgar (por lo tanto, no es que «esté bien dicha», es que quienes la profieren están utilizando un arcaísmo o están utilizando un nivel vulgar de lengua). Lástima también que tengamos como referencia de primera aparición en un diccionario que data de 1607 y que aparezca ya en el Diccionario de Autoridades de 1734. Así que eso de que la RAE «acaba de aceptar la palabra suena a «coña».

El escándalo continúa con la extrañísima toballa. Otra vez, la etimología nos explica que esta palabra está más cercana a la etimología tobaja, de la que derivó a toballa y luego a toalla. Es tan nueva como para aparecer en la edición del Diccionario de Autoridades de 1739. Y, además, el Diccionario nos avisa de que es una palabra en desuso. Una barbaridad, oigan. Seguro que nos comen los cocodrilos.

El diccionario de la RAE, es cierto, ha evolucionado de un carácter normativo a convertirse en lo que toda obra lexicográfica seria ha de ser, que es un diccionario de uso. No hay ni una sola palabra que empleen los hablantes de este mundo que no exista (o que exista solo porque lo diga una institución). Las palabras, porque existen, son recogidas en los diccionarios. ¿Qué pasa si un alemán oye a un paisano decir almóndiga y quiere saber lo que significa? Es muy sencillo: va al diccionario académico y aquí se le explica que es una palabra que se dice, que se prefiere albóndiga y que el que diga la primera está expresándose de manera vulgar.

Acabemos con otros dos ejemplos. Casi se nos mueren los sufridos españoles cuando se enteraron de la incorporación de amigovio. Saltaron y mordieron preguntándose quién decía eso… olvidándose que el diccionario no es «nuestro» (es decir, de España), sino que es un diccionario depositario de una lengua común en la que «nosotros» somos una pequeña parte. ¿Quién dice amigovio? Pues nada menos que los argentinos, los mexicanos, los paraguayos y los uruguayos. Así, resumiendo, más de ciento cincuenta millones de mortales, que no es «casi» nada. Para escandalizarse más, diré que también acepta el término marinovio, utilizado en Cuba y en Venezuela.

Hay que ser muy tonto, al parecer, para proponer bluyín. ¿Quién en su sano juicio diría esta palabra si todos sabemos que en castellano puro y duro es «pantalón vaquero»? La RAE nos advierte diciendo que es un americanismo. Y, en cuanto a esa adaptación tan horrenda, parece ser la misma del mismo tipo de la que empleamos cuando decimos yogur, champú o espaguetis. Reto a los sabios ciudadanos a que deletreen las palabras originales. El fenómeno de la adaptación es algo normal y natural en la lengua, al menos así lo pienso. Para el que no se lo crea, tiene aquí un gráfico sacado de la magnífica página de Dirae (saquemos un poco pecho y digamos que es una iniciativa privada e individual, mucho mejor que la académica) sobre el uso de bluyín:

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Y podríamos seguir y seguir y seguir. Pero hay una cosa clara: que todos sabemos mucho pero los académicos no saben de nada de nada, oyes.

Entrada de esas en las que Voy a hablar de.

La pasión por comunicar. Perspectivas actuales (2.ª edición)

Los medios de comunicación, el periodismo, , la publicidad, la ficción televisiva, la comunicación entre culturas, la ironía y las redes sociales y la política,  serán los protagonistas de La pasión por comunicar en la Universidad de Burgos

En el marco de la XIX edición de los Cursos de Verano de la Universidad de Burgos se celebrará en Miranda de Ebro, del 14 al 17 de julio de 2014,  el curso La pasión por comunicar. Perspectivas actuales, dirigido por Raúl Urbina Fonturbel.

Ya está disponible el formulario de matrícula por internet. Para más información, puedes enviar un correo electrónico al director del curso (rurbina@ubu.es) o a la secretaría de los Cursos de Verano (cverano@ubu.es) o llamar por teléfono (947 25 80 32 / 947 25 87 42 / 947 25 80 80

Programa del curso «La pasión por comunicar» en PDF

Lunes, 13 de julio:

10.00. María Isabel Menéndez (Profesora de Comunicación Audiovisual en la Universidad de Burgos)

«Género y variables de diferencia: Los Soprano vs. Sex and the City»

12.00.  Beatriz Gallardo-Paúls (Catedrática de Lingüística General en la Universidad de Valencia). Twitter: @BeatrizGallardo

«Hablarle a una pared. Política y sociabilidad en Twitter»

Martes, 14 de julio

09.30-11.00. Patricia Lorena Andueza (Assistant Professor Spanish en la University of Evansville, EE. UU.)

«Descodificando la ironía. El papel del contexto en la enunciación y la interpretación de los enunciados irónicos»

11.00. Antonio Álvarez Tejedor (Profesor Titular de Lengua Española en la Universidad de Burgos)

«El consenso en los medios de comunicación: palabras contra pensamiento»

12.30. Leandro Pérez Miguel (Escritor, periodista y socio de Tres Tristes Tigres)

«Letras enredadas de ayer y de hoy» 

Miércoles, 15 de julio

10.00. Ana Villar Saro (Profesora de Español como Lengua Extranjera y Español para Fines Específicos
Fundación Comillas) y Cristina Fuentes García (
Traductora, intérprete y profesora de Español de los Negocios. Fundación Comillas). Twitter de Cristina Fuentes: @tradusantander

«Romper el hielo para romper barreras: una comunicación intercultural eficaz”

12.00. Antonio Bueno García (Profesor y Decano de la Facultad de Traducción e Interpretación de la Universidad de Valladolid en el campus de Soria).

«La publicidad. Reflejo de la sociedad y de la cultura»

Jueves, 16 de julio

10.00 Raúl Urbina Fonturbel (Profesor de Lengua Española de la Universidad de Burgos). Twitter: @verbavolant

«Falsa retórica, pura retórica. La presencia de la persuasión en el ámbito comunicativo»

12.00 Quique Peinado (Periodista, escritor, guionista y presentador de televisión). Twitter: @quiquepeinado

«El oficio de comunicar delante y detrás de las cámaras»

Se celebrará en la Casa Municipal de Cultura de Miranda de Ebro (C/ Río Ebro, 31). Tfno. 947 34 91 00.

El importe de matrícula ordinaria será de 70 € y de 40 € en matrícula reducida.

El curso tiene como objetivos:

  • Estudiar los modos, medios y formas de comunicación desde una perspectiva actual.
  • Revisar de forma crítica la situación de los medios de comunicación.
  • Buscar los puntos fuertes en los que se debe fundamentar una comunicación eficaz.
  • Analizar la comunicación desde un punto de vista interdisciplinar y transdisciplinar.

Está dirigido a:

  • Estudiantes, licenciados y graduados en Comunicación Audiovisual y Periodismo.
  • Estudiantes, licenciados  en Filología y graduados en Español: Lengua y Literatura.
  • Profesionales del mundo de la comunicación.
  • Profesores.
  • Cualquier persona interesada en el mundo de la comunicación y los medios de comunicación.

El curso tiene reconocidos 0,5 créditos para los alumnos matriculados en títulos oficiales adaptados al Espacio Europeo de Educación Superior y 1 crédito de libre elección para los alumnos matriculados en planes antiguos. También tiene el reconocimiento de la Dirección Provincial de Educación de Burgos para profesores de enseñanzas no universitarias.

El español académico

El español académico

Comunicarse con precisión y corrección por escrito no es fácil. Y es todavía más complicado cuando tenemos que escribir dentro de un contexto profesional determinado. Por eso, la aparición reciente del trabajo de María Luisa Regueiro y Daniel Sáez, El español acádemico, supone una noticia extraordinaria. Es un libro sencillo pero completo en el que las personas vinculadas al mundo académico –estudiantes de grado o de máster, pero no solo ellos, ya que es de gran utilidad también para los profesores– encontrarán consejos claros para elaborar sus escritos siguiendo las pautas genéricas que la escritura académica exige.

El libro comienza explicando en qué consiste el lenguaje y el estilo académico y cuáles son sus principales características desde el punto de vista léxico, morfosintáctico y ortotipográfico. Además, explica en pocas páginas aspectos textuales de gran interés como las propiedades de este tipo de textos.

La parte más relevante del libro es la que trata de los géneros académicos escritos (se acude siempre a  pautas y consejos para mejorar su elaboración). Encontraremos apartados dedicados al resumen y el abstract e, incluso, a los exámenes. Otro apartado se centra en los artículos de investigación, las monografías y las reseñas.  Uno de los capítulos más interesantes se centra en la elaboración de los trabajos de fin de grado (TFG), los trabajos de fin de máster (TFM) o las tesis doctorales, que suelen generar inquietudes en los alumnos que han de pasar por esos trances. Los autores no se olvidan tampoco de los géneros académicos orales (tanto en sus aspectos verbales como en lo relacionado con la comunicación no verbal o consejos para las presentaciones con ordenador): las clases magistrales, las defensas de los trabajos tutelados mencionados más arriba, así como las presentaciones en congresos, las ponencias, las conferencias o las mesas redondas.

Por último, aborda de forma bastante clara el oscuro y disperso mundo de las citas, las citas bibliográficas y la elaboración de bibliografías, en las que abundan muchos criterios y sistemas distintos.

En suma, un libro de gran utilidad para todos aquellos que nos dedicamos a escribir en el mundo académico.

Regueiro, M. L., & Sáez, R. D. M. (2013). El español académico: guía práctica para la elaboración de textos académicos. Madrid: Arco Libros.

El discurso nunca es inocente

Teun van Dijk es uno de los más destacados lingüistas, a quien debemos grandes avances en el estudio de la lingüística textual y el análisis (crítico) del discurso. Fue catedrático en la Universidad de Ámsterdam y ahora es profesor en la Universidad Pompeu Fabra. En este vídeo explica de forma breve la importancia del análisis crítico del discurso.

Lingüística, cognición y cerebro

Uno de los avances más importantes para la Lingüística ha sido el desarrollo de la Lingüística Cognitiva: lejos de ser una actividad diferenciada, nuestra capacidad de comunicarnos por medio del lenguaje está integrada en nuestra capacidad cognitiva cerebral. En el vídeo que encabeza esta entrada podemos ver cómo la lingüística nos ayuda a entender el funcionamiento de nuestro cerebro: Linguistics as a window to understanding the brain (subtitulado al español). Steven Pinker es profesor de Psicología en la Universidad de Harvard.

El vídeo será de gran ayuda para los alumnos de la asignatura de Lingüística General.

Dos documentos sobre el español para un 12 de octubre

El pasado 12 de octubre, Babelia, el suplemento cultural de El País, contaba con dos aportaciones que nos vendrán muy bien para reflexionar sobre algunas cuestiones relacionadas con nuestra lengua. En este caso, no entramos en ninguna reflexión ni valoración, sino que dejamos estos dos documentos para la reflexión y el debate.

El es­pa­ñol en la era di­gi­tal

José Manuel Blecua, El País, 12 de octubre de 2013

EL VI CONGRESO INTERNACIONAL de la Lengua Española, que estará dedicado al libro en español, coincide felizmente con el tricentenario de la corporación que tengo el honor de dirigir. Nuestra academia recibirá con tal motivo un homenaje especial de los participantes, reconocimiento que ya me anticipo a agradecer desde estas páginas, en nombre de nuestra institución.

Llegamos a Panamá con el desafío de adentrarnos en la realidad de nuestra lengua común y en una de sus manifestaciones más apasionantes: la actividad editorial, tan poliédrica, y tan cambiante e incierta en este momento.

Hablar hoy sobre la situación del español es presentar un panorama rico y complejo: el de una lengua que nació en España, pero se desarrolló y enriqueció en América, e incluso llegó a emplearse en algunos rincones de Asia, como Filipinas, y de África, como Guinea Ecuatorial, donde un considerable número de hablantes lo mantienen como lengua de cultura.

El español es hoy una de las cuatro lenguas más extendidas por el mundo, con cientos de millones de hablantes repartidos por más de dos decenas de países. Solo en México lo hablan más de cien millones de personas y, en Estados Unidos, los hispanohablantes suman más de treinta y cinco millones. Además, gracias a su poder de comunicación y a su sólido historial cultural, más de catorce millones de hablantes de otras lenguas estudian la nuestra como llave que les abre importantes horizontes. Baste mencionar que, solo en China, hay actualmente cincuenta y ocho universidades enseñando español.

Señalaba un gran especialista en español americano, John Lipski, que “el español de América es, a la vez, asombrosamente diverso e increíblemente uniforme”. Esta sensación de asombro ha dado lugar a centenares de trabajos sobre las modalidades americanas de la lengua española, lo que en las últimas décadas ha favorecido un mayor acercamiento a la variación y, en suma, al conocimiento menos parcial, más completo, de nuestro idioma común.

Es evidente que una lengua tan extendida, que ha evolucionado de acuerdo con influencias y focos culturales tan distintos, debe presentar forzosamente una amplia variación interna. Las diferencias caracterizan e identifican a las distintas comunidades de hablantes, y constituyen una de las mayores riquezas del español. Sin embargo, se mantiene una unidad evidente, que se sustenta en las formas prestigiosas de las diferentes variedades. Esto ocurre en muchos aspectos de la gramática y se refleja en la forma de organizar y de pronunciar los sonidos del habla.

Y, cuando en este inmenso y variado panorama, algunos se preguntan cuál es el mejor español, el de Valladolid, el de Bogotá o el de Ciudad de México, la única respuesta posible es que el mejor español es el de los hablantes que se preocupan por la lengua y ponen cuidado y amor al emplearla, provengan de donde provengan. El idioma peligra si no lo aprendemos adecuadamente en la escuela, si se borran las diferencias entre los distintos registros de uso o si se emplea un vocabulario o una sintaxis pobre.

La intensa fuerza demográfica y cultural del español, y el potencial económico que esta supone, hace necesario un ejercicio de modernización, reforzando su lugar en la Red. De este ámbito, el digital, nos ocuparemos especialmente en Panamá, a cuyo Gobierno agradecemos desde aquí su generosa acogida al congreso, gratitud que hacemos extensiva a nuestras academias hermanas y al Instituto Cervantes, con quienes coorganizamos esta sexta edición.

A día de hoy, parece bastante evidente que a las publicaciones electrónicas, desde los libros y los periódicos hasta los efímeros mensajes de texto en sus distintas modalidades, les aguarda un gran futuro. Su crecimiento ha sido espectacular en los últimos años, lo cual no significa que tengamos respuestas certeras a esas preguntas que nos hacen constantemente y que nos planteamos a nosotros mismos a diario: ¿seguirá habiendo libros impresos en papel? ¿Son perjudiciales para la buena escritura los dispositivos móviles? ¿Ayudan o perjudican las redes sociales a nuestra lengua?

El congreso será una extraordinaria oportunidad para compartir dudas y aventurar estrategias. Nunca como ahora, en los tiempos de mudanza que nos ha tocado vivir, la opción de acceso al conocimiento ha sido tan democrática y tan universal. Lo que hagamos con esa posibilidad, especialmente en lo relacionado con el buen uso del español, solo depende de nosotros.

La va­ni­dad de las len­guas

Héc­tor Abad Fa­cio­lin­ce, El País, 12 de octubre de 2013

Las len­guas me­nos es­cru­pu­lo­sas con los ex­tran­je­ris­mos con­quis­tan una va­rie­dad de la que se pri­van los más pu­ris­tas El es­pa­ñol tie­ne la fuer­za de va­rias len­guas im­pe­ria­les su­per­pues­tas: la la­ti­na, la ára­be, la cas­te­lla­na…. ERUDICIÓN E INTELIGENCIA son dos cosas distintas; hay eruditos no muy brillantes, e ignorantes de gran perspicacia. Los expertos suelen desplegar su sabiduría en campos muy delimitados: un especialista en imprenta sabrá nombrar y distinguir decenas de diseños tipográficos, desde el tipo Abadi, pasando por Arial, Baskerville, Bodoni, Garamond y Helvética, hasta llegar al Times o al Verdana. Naturalmente no escribe mejor quien más tipos de letra reconoce. Así mismo un anatomista sabrá distinguir con su nombre preciso casi cualquier parte del cuerpo: al abrir el abdomen señalará el colédoco; reconocerá sin problemas el músculo sartorio al ver un muslo abierto o hará con propiedad la disección del esternocleidomastoideo al operar el cuello. La precisión conceptual y nominal que tiene un cirujano al explorar un cuerpo humano no le da ventajas, sin embargo, para entender la psicología de su esposa. En cualquier ramo del saber hay eruditos, pero es posible que un gran poeta no sepa reconocer a primera vista todas las formas de composición poética (lira, madrigal, soneto, sextina, décima, copla…), en las cuales, en cambio, podría ser muy ducho un versificador mediocre. En la mayoría de los campos del saber, si no somos especialistas, los legos nos podemos conformar con un léxico más laxo.

Así como hay personas eruditas, también hay lenguas eruditas, más ricas en vocabulario que otras, pero la lengua con más léxico no es necesariamente la que mejor transmite el pensamiento. Podría ser simplemente más puntillosa y menos económica. Para cualquiera, siempre, la l engua que mejor transmite el pensamiento, llámese esta como se llame, es aquella que aprendimos de pequeños.

Es un mito que la lengua esquimal tenga decenas de palabras para la nieve. Las culturas que han desarrollado una gran destreza pictórica (digamos la italiana) no necesariamente tienen más variedad de voces para nombrar los colores. Hay lenguas que tienen nombres para apenas tres o cuatro colores (negro, blanco, rojo, verde…), lo cual no quiere decir que no distingan el azul. Aunque los italianos distingan en su lengua el “blu” (azul oscuro) y el “azzurro” (azul claro), quienes hablamos castellano podemos distinguir esos dos tonos sin que nos hagan falta dos palabras específicas. Esto quiere decir que no hace falta una palabra para poder entender y pensar un concepto. ¿Hay lenguas mejores que otras? Si fuera así, sería imposible traducir algo de una lengua “rica” a una lengua “pobre”. Podemos suponer que antes de acuñar la palabra para el color “anaranjado”, tuvimos que hacer un símil: del color de la naranja. Una nueva lengua que careciera aún de l a palabra “rojo” podría siempre decir “del color de la sangre”.

Muchas lenguas no tienen el verbo “estrenar”, que tan claro nos resulta en castellano, pero no por esto carecen del concepto de ponerse algo por primera vez. Cuando uno dice, “no sé qué siento”, no es exactamente que no sepa lo que siente, sino que no encuentra el nombre preciso que le transmita a otro lo que está sintiendo. Podría ser mareo, ira, angustia, desasosiego. Podría ser schadenfreude, pero, a diferencia del alemán, en castellano no tenemos una palabra que quiera decir exactamente “alegría por el mal ajeno”, una especie de envidia al revés: no me entristece que te vaya bien, sino que me regodeo en que te vaya mal. Siempre estamos buscando las palabras para poder expresar lo que pensamos, lo que sentimos, lo que vemos. Si no la hay, la inventamos, o encontramos una metáfora, o la prestamos de otro idioma.

Existe una muda lengua mental con la que pensamos —el mentalés, la llama Steven Pinker—, y cada persona debe traducir sus ideas, sus percepciones, sus asociaciones de unas cosas con otras, a unas palabras que conoce, a la lengua que ha mamado en la casa o sudado en la calle, que es aquella que nos da los sonidos y la gramática para comunicarnos. En el caso de los sordomudos esa lengua está hecha de signos visuales, no auditivos, y quienes la dominan saben que no es más pobre que la lengua hablada.

Es posible que haya, en ciertos campos del saber, lenguas más eruditas que otras, idiomas que desarrollan un cierto léxico específico para disciplinas que dentro de su cultura (técnica, científica, literaria) se han desarrollado más a fondo. Para hablar de un fenómeno reciente, podemos decir que el inglés es más erudito que el español en el lenguaje informático. Bit, link, mouse, mail, Internet, blog, web, tweet son palabras de origen inglés que podemos adoptar tal como nos llegan, o intentar traducirlas o adaptarlas. A mí me parece preferible adaptar, antes que adoptar o traducir. Prefiero llamar “maus” al objeto específico que nos sirve para mover el cursor en una pantalla, que traducirlo, y llamarlo “ratón”. La solución traducida aumenta la ambigüedad de la lengua (“te traje un ratón de regalo”. “¿Qué?”); la adaptación y el traslado a la propia fonética y ortografía, evita confusiones: “Te traje un maus de regalo”, es mucho más claro. Es más práctico decir mail (tal vez escribiéndolo meil) que alargarse con “emilio” o con “correo electrónico”. Prefiero escribir un “tuit” que un trino, y haciéndolo así incluso despojo de connotaciones extras a una palabra que en inglés es un símil y en español suena como algo único y nuevo. Las lenguas menos alérgicas y escrupulosas en el préstamo —o robo— de extranjerismos ( como las personas menos racistas y xenófobas al escoger pareja) conquistan un tesoro de variedad y precisión del que se privan las más puristas y quisquillosas.

Lo paradójico es que cuanto más dispuesta a la bastardía sea una lengua y cuanto más mestizos sus hablantes, más variado y fecundo es su proceso de contagios enriquecedores. Muchos memes lingüísticos y culturales han tenido la fortuna de contaminar la lengua española. Nuestra vieja herramienta lingüística se ha nutrido de muchos hablantes y de muchos pueblos; otras culturas y lenguas la han revitalizado; al expandirse por casi todos los climas y casi todas las geografías del planeta, una realidad más amplia la ha fecundado. En ese sentido las lenguas internacionales esponjosas absorben una potencia de la que carecen las lenguas más refractarias y locales. El español, como el inglés, tiene la fuerza de varias lenguas imperiales superpuestas (la latina, l a árabe, la castellana) y el aporte de muchas lenguas colonizadas e incluso aniquiladas. La palabra “canoa” es de origen arauaco, el “huracán” es taíno antillano, el “tomate” azteca, el “caucho” ticuna, la “quina” y la “guaca” quichuas, l a “guadua” caribe, el “guarapo” y la “banana” de africanos esclavos, y así sucesivamente.

El español es una lengua antigua, con una rica tradición literaria, y hablada en varios continentes. Esta extensión cultural y geográfica la hace muy rica, pero esto no debería volverla vanidosa.

Incluso los idiomas más poderosos se terminan volviendo lenguas criollas, con más riqueza expresiva —para sus hablantes— que el idioma prestigioso del que provienen. Las grandes lenguas imperiales (el griego, el latín, el mandarín, el árabe, el inglés, el español) son los dialectos criollos impuestos por aquellos que ganaron más guerras. Pero incluso los idiomas imperiales terminan en lenguas muertas. El español tiene menos de mil años. El latín no duró más de mil quinientos. Después de 500 años de imposición del castellano en América, todavía nos entendemos razonablemente bien. ¿Podremos decir lo mismo dentro de cinco siglos? La única respuesta que se me ocurre se expresa bien con una vieja palabra árabe: ojalá.

Metáforas de la «viña» cotidiana, el cerebro y la publicidad

Marqués de Cáceres

Uno de los puntales de la lingüística cognitiva es el libro de Lakoff y Jonhson Metáforas de la vida cotidiana. En este libro, los autores sostienen que la metáfora no es un «recurso literario», propio de la literatura y extensible, en todo caso, a fenómenos «desviados» del lenguaje normal como los chistes y otras formas de comunicación alejada del estándar. Para ellos, la metáfora es un proceso cognitivo empleado de forma habitual en toda comunicación lingüística. La metáfora no es tanto un «salto» como un proceso que sistematiza y establece unas equivalencias en nuestro cerebro. De hecho, esto no es privativo de las metáforas, sino que se produce también con otras «figuras».  Molinero, Carreiras y Duñabeitia han realizado un experimento publicado en 2012 por el que se demuestra que el cerebro realiza un proceso de abstracción que opera mejor sobre lo establecido previamente en la mente de forma «lógica» que lo absurdo. (y, por lo tanto, fortalece el hemisferio izquierdo de nuestro cerebro). Y Hillert ha explicado, también recientemente, que algunas de esas «figuras retóricas» operan en el cerebro en los dos hemisferios de forma simultánea. De alguna manera, podemos empezar a vislumbrar la asociación entre el contenido lingüístico en el hemisferio cerebral izquierdo y el pragmático en el hemisferio derecho.

Como tendremos ocasión de analizar en otras entradas, los mecanismos de persuasión y decisión se encuentran en el hemisferio derecho del cerebro (en las teorías del cerebro triuno, se asocian al sistema límbico). Por lo tanto, es lógico que la publicidad utilice estos mecanismos lingüísticos que son las figuras no como tales, como artificio, sino como elemento fundamental para abrir los mecanismos de persuasión inconsciente.

Hoy análizamos un anuncio de prensa de un suplemento dominical de Marqués de Cáceres. Existe un elemento metonímico en la imagen, en clara llamada intertextual a la película American Beauty, dirigida por Sam Mendes en 1999. En la película, la adolescente Buddy Kane se erige en la ensoñación sexual del protagonista, Lester Burnham (Kevin Spacey). Las imágenes originales de la película tienen a los pétalos rojos, como símbolo de la pasión, como elemento que contrasta con el cuerpo de la chica. En la imagen del anuncio, el rojo es intenso en el «cuerpo», un vino rosado. Y los pétalos descansan sobre un lecho de hielo. Por lo tanto, ya tenemos establecidos los elementos icónicos: un lecho de hielo que proporciona el frescor, unos pétalos que remiten a la suavidad y a la delicadeza y la botella de Marqués de Cáceres, el objeto del deseo.

En el ámbito lingüístico, el mecanismo de significación no trabaja sobre la metonimia, sino sobre ese proceso simbólico de personificación: «En boca fresco, tierno y a la vez brioso, amplio y ágil; cuerpo de blanco y alma de tinto». Son palabras de una la enóloga M.ª Isabel Mijares y García-Pelayo. La antítesis cuerpo y alma se articula ahora para la significación de este vino rosado (un tipo de vino normalmente menos apreciado): cuerpo para la asociación al blanco (frescura) y alma al tinto (hondura). Los adjetivos, particularizan la personificación: fresco, tierno, brioso, amplio y ágil. La mayor parte de ellos trasladan a un objeto como el vino cualidades humanas.

Parece obvio que, en la construcción del anuncio que estudiamos, las «figuras» visuales no son sino mecanismos de significación para trasladarnos, por un lado, el sabor de un vino a un ámbito físico más fácil de entender para nosotros y, por otro lado, para estimular nuestra decisión de comprar un vino en torno a un valor asociado al ámbito emocional.

 

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

  • Dieter G. Hillert, D. G. (2012). Figuras retóricas: un reto para el cerebro. Mente y cerebro, 55, 38-42
  • Lakoff, G., & Johnson, M. (1980). Metaphors we live by. Chicago: University of Chicago Press. Edición española: Madrid: Cátedra.
  • Molinaro, N., Carreiras, M., & Duñabeitia, J. A. (February 15, 2012). Semantic combinatorial processing of non-anomalous expressions. Neuroimage, 59, 4, 3488-3501.