Estaña y Eurovisión son dos términos especialmente peligrosos si se ponen juntos. Las experiencias vividas por todos los eurofans de nuestro país en los últimos tiempos (ya unos cuantos años) están frecuentemente sembradas de esperanza, pero acaban en el choque ineludible y contundente de una clasificación adversa. Pese a que seamos multitud los que no seguimos con fervor este concurso de canciones y países en el que la polémica es frecuente, viviríamos en otro país y en otro mundo si no conociésemos algunos pormenores del devenir de nuestros cantantes.
Este año, después de que cantase el gallo en la última edición (basta poner «Manuel Navarro en Google para que le acompañe este lapsus vocal en el resultado de la búsqueda), parece que España está ilusionada con Amaia y Alfred y su canción (algo empalagosa, a mi modo de ver). Y España entera está con ganas de superar trabas y barreras y lograr una buena clasificación.
En este contexto, aparecen unas declaraciones de Edurne, nuestra representante en 2015 y que ocupó puestos de cola: «Creo que van a hacer un papelón».
Tengo a Edurne por una persona discreta, educada y bienintencionada, por lo que me extrañó mucho leer este titular, así que leo la noticia entera. Todo en sus declaraciones son elementos optimistas y piropos para la pareja y su canción: «me encantan», «tienen magia», «tienen talentazo», «la canción es preciosa». Nada pues, de rencor ni envidias, ni malas palabras. Edurne está segura de que participar en Eurovisión es una ocasión de goce y disfrute en una experiencia difícil de olvidar. Esto último se supone también afirmado en el plano positivo, imagino.
Edurne no dice lo que el titular dice que dice (sí, ya sé que esto es un lío). Lo que afirma Edurne es:
«Estoy segura de que van a hacer un papelón increíble»
Así que tenemos que acudir aquí, de forma inevitable, a la palabra papelón y realizar un breve análisis del término. De forma muy sencilla y breve, no es necesario conocer de manera muy profunda nuestra lengua puede deducir que la palabra papelón está compuesta por papel y un morfema derivativo. Este morfema, a veces, tiene carácter aumentativo. Así, un muchacho guapetón sabemos que es muy guapo, del mismo modo que, si es muy simpático, diremos que es simpaticón. Y así lo concibe, al parecer, Edurne. Por eso, afirma que Amaia y Alfred van a hacer un gran papel. Lo que pasa es que, en español, el sufijo –on tiene muchos otros matices (que no cabe analizar aquí). Pero resulta que, en la palabra papelón, no hay nada de aumentativo, como piensa Edurne. El Diccionario de la Lengua Española define papelón en su cuarta acepción –que es la que viene al caso– como «Actuación deslucida o ridícula de alguien».
Partimos, por supuesto, de que una comunidad de hablantes (o un hablante particular) puede dar el sentido que quiera a una palabra. Una palabra, a través del uso, puede cambiar de significado y puede emplearse con sentidos diferentes. Pero un hablante tiene que conocer también el significado y el sentido que se otorga a una palabra en el conjunto de sus hablantes.
Y, obviamente, hablar de cantantes, eurovisiones y papelones no es lo más adecuado. Lo tenemos que reconocer, a la espera de que Amaia y Alfred hagan un grandísimo papel y que el orgullo patrio brille por esta España que vive cantando… o que vive cuando cantan y ganan sus representantes.
Imagen de Juan Haro Rodríguez.
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