La persuasión es un componente esencial esencial de la argumentación. La argumentación tiene como fin persuadir a los receptores. En el ámbito de la recepción, la argumentación puede ir dirigida a un receptor único o un grupo de receptores específico.
Muchas actividades discursivas tienen presente a la argumentación. aparece tanto en una conversación como en una entrevista para buscar trabajo, en un mitin político como en un juicio, en una mesa redonda como en un un artículo de opinión, en una crítica literaria como en un anuncio publicitario. En algunos de estos casos, la argumentación es el elemento central y, en otras ocasiones, la argumentación puede tener un carácter secundario.
El carácter persuasivo de la argumentación busca influir en el receptor. Para lograr esta influencia, se establecen unas estrategias que pueden estar orientadas hacia elementos racionales u orientadas a la emoción mediante la apelación a los afectos.
La argumentación tiene que tener, de forma explícita o implícita, los siguientes elementos:
- Una estructura silogística en el que haya una conclusión derivada de unas premisas o argumentos.
- Una estructura en la que subyace, de algún modo, una tesis y una antítesis.
- Un posible causa de desacuerdo, sea real, probable o posible.
- Un emisor y un receptor (individual o colectivo, mencionado expresamente o no) al que va dirigida la argumentación. Su finalidad, por lo tanto, es básicamente perlocutiva.
- Unos mecanismos lingüísticos orientados a la persuasión.
Calsamiglia, H., & Tusón, A. (2015). Las cosas del decir: manual de análisis del discurso (3.ª ed). Barcelona: Ariel. Páginas 284-296.
Fuentes Rodríguez, C., & Alcaide, E. R. (2002). Mecanismos lingüísticos de la persuasión : cómo convencer con palabras. Madrid: Arco Libros.