Tal y como hemos dicho en otro apartado, el sistema proxémico es un sistema secundario o cultural en la comunicación no verbal. Está compuesto por los hábitos de comportamiento en consonancia con la cultura y las creencias de una comunidad respecto al espacio en el que se mueven los seres humanos, su uso y su distribución.
Las distancias y el espacio personal
Las distancias tienen una importancia decisiva de cara a la comunicación. Si uno está muy cerca, no podemos ver su silueta de modo completo, pero sí sus rasgos faciales, sus emociones, la intimidad de su voz, incluso existe la posibilidad del tacto. Si la distancia aumenta, parece que su contemplación se hace más objetiva, la relación se enfría.
Los seres humanos hacemos un uso del espacio (nuestro espacio y el de otros) que influye de forma importante en procesos comunicativos. Tenemos un territorio que consideramos «nuestro» y cada cultura lo configura de una manera distinta. Puede decirse que vivimos en una burbuja cuyas dimensiones proceden de circunstancias culturales, sociales y personales.
Es ya clásica la distinción de cuatro distancias que determinó Hall y que tiene en cuenta que hay culturas más «próximas» y otras más «lejanas»:
- Distancia íntima. Fase cercana, hasta 15 cm. Fase lejana, 15-45 cm. Es el espacio que consideramos más privado, en el que solamente se permite la «entrada» a los que están muy cerca emocionalmente. En la fase cercana, hay un contacto directo entre diferentes partes del cuerpo y tiene lugar en el contacto amoroso, pero también en una pelea. En su fase lejano, ya no existe un contacto directo (aunque puede producirse también con la mano). En la distancia íntima, puede no haber comunicación verbal o esta puede manifestarse en susurros o en voz muy baja.
- Distancia personal. Fase cercana, 45-75 cm. Fase lejana, 75-120 cm. En la fase cercana, se pierde el contacto directo y la vista adquiere un papel importante, puesto que se perciben los detalles expresivos de nuestro interlocutor. En la fase lejana, seguimos «al alcance de la mano». Mantenemos esta distancia con algunos compañeros de escuela o de trabajo y con las amistades.
- Distancia social. Fase cercana, 1-2 m. Fase lejana, 2-3,5 m. Es una distancia que nos separa de las personas «extrañas», con las que no hemos mantenido contacto directo o a las que no conocemos bien. El contacto visual sigue siendo muy importante ya que no percibimos por sentidos como el tacto o el olfato.
- Distancia pública. Fase cercana, 3,5-7,5 m. Fase lejana, desde 7,5 metros. Es la distancia más cómoda cuando nos dirigimos a un grupo de personas. Por ello, es la que existe en los actos públicos como mítines, ruedas de prensa, conciertos. En algunos casos, no tiene por qué existir una comunicación bidireccional.
Invasión y defensa
Esta necesidad de un espacio personal conduce a la defensa de nuestro espacio y a la reacción cuando alguien invade el espacio personal.
En la comunicación, entra en juego las tácticas y estrategias para jugar con esa defensa e invasión de espacios: una amenaza o un interrogatorio violento comenzarán con un acercamiento que rompa la burbuja en la que el interlocutor pudiera sentirse cómodo.
Cuando alguien se sienta demasiado cerca, o un coche se acerca demasiado, o alguien ocupa «nuestro asiento», o alguien entra con nosotros en un ascensor, tenemos esa sensación de invasión. Podemos reaccionar intentando apartarnos y empezaremos a emitir, a veces de manera involuntaria, señales de tensión. Dentro de esta ruptura de espacios, hay grados:
- Violación del espacio. Implica un uso poco respetuoso con el espacio de los demás. Puede realizarse con la vista (mirando fijamente a alguien) o con el cuerpo (acaparar el brazo del asiento en el cine, abrir demasiado las piernas en el metro…).
- Invasión. Se produce un intento de apoderarse del territorio ajeno. Ocurre, naturalmente, en acciones militares, pero también al cambiar la funcionalidad de una habitación en el hogar.
- Contaminación. Tiene lugar cuando «profanamos» el territorio ajeno no solo con nuestra presencia, sino dejando algo nuestro en el espacio de otros.
Para defender el territorio, tenemos la estrategia de prevención y la de reacción.
- Prevención. Marcamos el territorio o pedimos a otra persona que lo vigile. Poner una sombrilla en la playa, una toalla en una tumbona o un mantel en una mesa de merendero pueden ser casos «preventivos».
- Reacción. Cuando alguien invade nuestro territorio, experimentamos una serie de sensaciones que, en algunas ocasiones, son involuntarias. Pueden producirse alteraciones somáticas como el aumento del ritmo cardíaco, aumento de la sudación o de la frecuencia de la respiración. Una reacción típica es el intento de restablecer la distancia «adecuada».
Tres categorías dentro de la proxémica:
Proxémica conceptual
Proxémica conceptual. Se refiere al estudio y al tratamiento didáctico de:
- Los hábitos y creencias comportamentales y ambientales relacionados con el concepto de espacio de una determinada comunidad o cultura (si el espacio se considera concreto o abstracto, material o intangible…).
- La distribución del espacio (disposición de las ciudades, pueblos, viviendas, muebles, partes, diferentes tipos de locales, etc.).
- La influencia que tiene todo lo anterior en el comportamiento humano: el orden o el desorden, los espacios prohibidos o privados, el sistema de espera en una fila…
- Los valores de conceptos como cerca o lejos, entrada y salida, aquí y ahí, ir y venir, etc., que tienen una gran variación cultural.
Proxémica social
Abarca los signos culturales referidos al uso del espacio en las relaciones sociales (por ejemplo, el uso del espacio exterior o interior), así como las acciones y reacciones de las personas ante las «invasiones» de su territorio.
Proxémica de la interacción
Referida al establecimiento de las distancias con las que las personas llevan a cabo diferentes interacciones comunicativas, como el caso de consolar, aconsejar, regañar, entrevistar, enseñar…
Existe una gran variación intercultural. La proxémica de la interacción es mucho más cercana en la cultura mediterránea, árabe y africana, que se consideras culturas de contacto porque favorecen el contacto del cuerpo como regulador de algunas interacciones, como la conversación.
La proxémica de la interacción también atañe a las funciones que desempeñan algunas señales no verbales que contribuyen a la construcción de signos que pertenecen a otros sistemas de comunicación o que alternan con estos signos. Por ejemplo, la panera de acercarse una persona para indicar la intención de acompañarla o para mostrar un acuerdo.
La proxémica de la interacción tiene un gran interés para la enseñanza de una lengua extranjera.