Un griego en la ‘corte’ de Bruselas

Cuando yo era joven, Estambul era una ciudad con muchas lenguas. Se hablaba turco, griego, armenio y judío sefardí. Pero no se veía que hubiera integración. Las cuatro etnias vivían en sociedades paralelas. Bruselas también es una ciudad con sociedades paralelas. Los valones y los flamencos no son los únicos que viven separados. Los extranjeros que trabajan para las tres organizaciones tienen poco contacto con los belgas. La UE y la OTAN viven en mundos distintos. Los diputados del Parlamento Europeo sí que mantienen un estrecho contacto con la Comisión Europea y sus comisarios, pero, más allá de los contactos oficiales, no pasa de la escala nacional. Los alemanes se van con los alemanes; los griegos, con los griegos; los italianos, con los italianos; etcétera. Los políticos y los ciudadanos de los países europeos en los que hay inmigración suelen poner el grito en el cielo porque los inmigrantes viven en sociedades paralelas y no quieren integrarse. Pero los representantes de dichos países también viven en sociedades paralelas en Bruselas.

Uno podría explicar esta postura como una falta de solidaridad. Pero en lo económico hay solidaridad. Grecia no es la única que recibe un apoyo solidario por parte de la UE. Lo que falta es la solidaridad entre las personas. Pero una falta de solidaridad sería una explicación demasiado simple. Lo que no se tuvo en cuenta en la unificación europea fueron los valores. El reto de los padres fundadores de la unificación europea fue crear una comunidad basada en los valores europeos comunes a partir de un continente con distintas historias nacionales, distintas culturas y distintas tradiciones. La comunidad original, la CEE, no era únicamente una comunidad económica europea, sino también una comunidad europea de valores. Los valores europeos comunes fueron el vínculo, el denominador común, que unificó a los Estados europeos bajo un mismo techo. El objetivo era una diversidad con valores comunes.

Con la introducción del euro no se tuvieron en cuenta todos estos valores y se identificó a Europa con el euro. Y ahora, con las medidas de rescate del euro, estamos tirando por la borda los valores comunes, la diversidad de las historias europeas, las distintas culturas y tradiciones, como si fueran un lastre. Europa ha invertido mucho en la economía y en las finanzas, pero poco en la cultura y en los valores comunes.

Petros Markaris, El País Internacional

 


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