Al regreso de una misión docente en una prestigiosa universidad norteamericana me planteo algunas reflexiones sobre las muchas cosas que podemos aprender del sistema educativo de los Estados Unidos, que podrían beneficiarnos, pero también sobre algunos otros aspectos positivos de nuestra estructura de enseñanza superior.
Lo primero que deslumbra en muchas universidades americanas es el conjunto de medios de estas instituciones. Derivan, en gran medida, del compromiso de las instituciones –estados y municipios– con estos centros académicos que creen en ellas como impulsoras esenciales del progreso local, estatal y nacional. Algunas poblaciones, de rango medio, están tan identificadas con sus universidades públicas y han generado vínculos tan estrechos que hoy esas localidades no se podrían entender sin ellas. También es de admirar el grado de compromiso de alumnos y exalumnos con su alma máter, con la que suelen mantener contacto a lo largo de toda su vida. Compromiso que se verifica, en muchos casos, en el ámbito de las donaciones –anónimas o públicas–, ya sea en forma de construcción de edificios –facultades, bi¬bliotecas, laboratorios o teatros–, dotación de becas o de entrega de colecciones artísticas o bibliográficas que han generado algunos de los grandes museos y bibliotecas históricas de ese país.
Todo ello nos parece envidiable y nos hace pensar en que la calidad de los recién titulados americanos está muy por encima de la de los nuestros, aspecto éste que resulta matizable. Muchos de estos centros formativos siempre andan a la caza de talentos docentes e investigadores de otros países, entre los que los titulados españoles están teniendo un papel preferente. Quizá uno de los problemas de nuestro sistema educativo superior está en una cierta falta de compromiso público –evidente en el menor grado por-centual de inversión– y privado –ya que en nuestro país la cultura de la donación al ámbito universitario es casi inexistente. La pregunta no debe ser sólo por qué nuestras universidades no suelen aparecer en los rankings mundiales sino, más bien, dónde estarían de tener los medios de las que sí aparecen.
René Payo, en Diario de Burgos 4 de diciembre de 2012
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