Yo venía hoy a hablar de todo lo que me falta y de todo lo que no me sobra, pero el aquí y la eternidad se han interpuesto en mi camino. Porque la eternidad supone dos horas para plantearla y para cuestionarla, pero necesita de infinitos instantes, de toda la vida que no tenemos para saber que es una incógnita que solamente sabemos que nunca podremos resolver.
Los libros, las películas, las canciones explican todos los quicios de todas las cosas que nos hacen gritar por dentro. Y hay libros, películas, canciones, en los que me detengo siempre y de manera reincidente. Ocurre con De aquí a la eternidad siempre. Me encantan las películas que descubrí y disfruté gracias a mi familia, especialmente mi padre. Y no diré todas las ocasiones y contextos en los que la he visto, pero sí que la vi hace unos días otra vez, again and again.
El aquí y la eternidad nos rompen la cabeza y la película es un puzle en el que todo encaja para no poder resolver el interrogante, que es irresoluble. Pase lo que pase, ellos/ellas estaban allí o llegaron. A una base militar que es un pequeño reducto de lo que es el mundo. Y la cosa no solo se reduce a una playa y a un beso y a una ola que abunden en toda la concupiscencia.
En la vida, hay personas que aspiran a unas objetivos, otras personas que no quieren aspirar a nada, otras que están porque están y con eso les basta. Y no se reduce nada a nada (no todo en todo) porque no hay reducciones posibles para explicarlos, todo y nada. La película se expande porque expone y evidencia que hay personas que tienen anhelos internos, hay personas que tienen anhelos externos, personas que quizá no tengan anhelos y personas que están en contra de todos los que los tienen. Y es un combate (que siempre se pierde) y un toque de trompeta (que no se quiere tocar, pero se toca por impulso o a rebato). Y un club de corazones que necesitan bailar. Y un cúmulo de verdades que esconden mentiras y de mentiras que esconden verdades.
Luego, las circunstancias se convierten en bombardeos, símbolo de todo lo que tenemos por encima, que nos sobrevuela y que no podemos controlar (es imposible controlarlo). Y el que se va quiere regresar para asumir unas consecuencias que se resumen en muerte, pero nunca en olvido.
Porque la eternidad está ahí, agazapada, para honrar nuestro nombre llenándolo de mentiras.