Siempre he pensado que solamente se escribía cuando se tenía algo que decir. De hecho, en incontables ocasiones escribimos sobre la escritura porque tenemos algo que decir y poner las cosas negro sobre blanco nos desatasca, nos reconcilia con el acto de juntar letras de manera coherente.
Pero me he dado cuenta de que la escritura es, también, un acto de prevalencia o de subsistencia. A veces, permanecemos desdibujados dentro de un mundo lleno de fondos oscuros y repleto de gente en la que no nos reconocemos. De hecho, creo que es, en sentido inverso, el mismo proceso que sucede en la lectura. Leemos porque nos descubrimos y tendemos a identificarnos en el acto de interpretación. Entendemos mejor lo que nos rodea y eso vale también para uno mismo.
Y en eso estoy ahora, en un pequeño paso hacia la escritura como reivindicación. No de mí —no solo de mí—, sino de todo lo que no aparece, de todo lo que no se refleja en un mismo espejo que repite una y otra vez imágenes que no son las mías. Las nuestras.
Imagen de Claus Tom Christensen.