Hoy no ha hecho más que empezar y no tengo palabras. Tengo algo, no sé muy bien qué, pero no manera de articularlo con una forma que pueda decir o escribir.
Me he levantado y lo primero que he hecho ha sido beber un vaso de agua, tomar una pera y pensar en una canción que todos conocéis.
Sol, solito, caliéntame un poquito para hoy para mañana para toda la semana.
He ido a internet y me he encontrado con solecito y no con solito, pero yo la canción la recuerdo así, con esta última palabra. Y he pensado que, antes que un diminutivo correcto, la palabra solito no evoca a la pequeñez y calidez de nuestro astro mayor, sino a la soledad en la que se encuentra. Intentando alumbrar nuestras mañanas, intentando prestarnos un poco de su calor, casi inmenso. No solamente para hoy, sino para períodos más largos.
Porque el sol sale todas las mañanas. Lo sabemos todos menos David Hume, que lo esperaba, sí, pero pensaba que no podía demostrarse de manera evidente que fuese así. Sale todas las mañanas, pero hay momentos en los que da la impresión de que vivimos como si no. En una oscuridad que no es reconfortante ni dilatada hasta las after hours. Nada de una fiesta prolongada para intentar evitar que el tiempo avance.
El sol esta solito. Yo, esta mañana a tres grados centígrados, espero que me guarde un poco de calor. Hasta mañana.
Sin foto… porque no.