ÉL. Tienes el ojo un poco irritado.
ELLA. Sí, las lentillas. Me tienen frita.
ÉL. Es que te tienes que echar lágrimas artificiales.
ELLA. Ni de coña. No aguanto echarme nada en los ojos.
ÉL. Pues te pones lentillas, que son más sólidas y más gordas.
ELLA. Porque no me queda más remedio. Veo de lejos, veo de cerca… y no parezco una madurita con presbicia.
ÉL. No hay nada malo en las maduritas con presibicia.
ELLA. Claro que no, pero es mucho mejor que la presbicia se lleve por dentro.
ÉL. ¿Y qué tal con la alergia?
ELLA: Pues también fatal. Te decía lo de los ojos irritados y las lentillas, pero no ayuda nada el polen.
ÉL. Lo que yo digo: lágrimas artificiales. Te aliviaría un poco el picor.
ELLA. Pero mira que eres pesado… que no me echo unas gotas ni de coña.
ÉL. Bueno, tú misma.
ELLA. Te has quedado muy callado.
ÉL. Qué mal… Es que ahora me está picando el ojo a mí. Espera que coja las gotitas… Uy, ya, qué alivio.
ELLA. Tú siempre con tus lágrimas artificiales. Así crees que lo arreglas todo.
(Entrada perteneciente a la serie Diálogos).