El sábado ha ido avanzando y has ido serpenteando por un desayuno temprano, una película intermedia y una vuelta a un sueño irremediablemente ligero. Respiras con las páginas de Los chicos de la Nickel al que acompañas con un poquito de Wagner. Con cierta desgana, te levantas y te diriges a la cocina. Coges una cebolla, dos dientes de ajo, dos zanahorias medianas y un puerro que está en su última oportunidad. Los pones a fuego muy liviano con una gota de aceite mientras intentas acelerar como puedes la cocción de unos garbanzos que quieres incorporar al caldo. Marcas un poco de carne de morcillo y echas un chorrito de vino blanco. Cada cosa por separado y preparando el momento de ensamblar. Será una sopa.
Sales de casa y coges el coche porque no te queda otro remedio. Te diriges a una gran tienda de deportes. Compras una cámara nueva para la bici, un líquido para que los pinchazos no te dejen tirado y no evitas el impulso de elegir una camiseta para correr que se incorpore a esas prendas con las que cobras la libertad a cambio de un poquito de frío, de un poquito de viendo.
Llegas a casa. Acabas de preparar la comida apuntalando un poco de leche frita en el horno.
El inicio de la tarde se diluye en un ensueño sin saber muy bien lo que dura ni para qué te ha servido. Lees la prensa. Recuperas los suplementos de libros y lees un par de críticas. Apuntas dos títulos. En las redes sociales, ves que Lucía y Cristina han sacado un libro de esas cosas a las que te dedicas. Tiene tan buena pinta que estás deseando pedirlo y que llegue muy pronto.
Sigues una película en el iPad, pero te niegas a seguir. Es tan previsible, tan poco inquietante que te dan ganas de recuperar esos minutos preciosos que has invertido. No comprendes por qué te has empecinado en mantener la televisión de fondo mientras tanto. La apagas enfadado, aunque era un pecado del que solo tú eras culpable.
Rescatas un programa de Página Dos que tenías pendiente y apuntas otras dos ideas. Vuelves con Los chicos de la Nickel. Te queda poco menos de la mitad. Vas al ordenador y, aunque miras el correo y un par de mensajes en el foro, dices que hoy no, que lo sientes, que tienes que parar.
Miras por la ventana. La abres y notas que hace mucho frío fuera. Es primavera en Burgos.
Ahora piensas que tendrías que escribir un poco, que lo tienes muy abandonado y te regocijas porque estás escuchando Pandora’s Box. De Orchestral Manoeuvres In The Dark.
La imagen es de Parg.