Murió Quino hace unos días y todas las redes se convirtieron en un emotivo escaparate de homenajes a ese gran dibujante, humorista y filósofo de las verdades cotidianas más profundas. Cada contribución subrayaba la manera que había tenido Quino (con su genial Mafalda como exponente máximo) de acompañar nuestras vidas, la manera de expresar de manera acertadísima sobre todo lo que nos pasa, sobre cómo somos, sobre todo lo que les ocurre y la manera de ser de todos los que tenemos alrededor. En pocas palabras, Quino ha sabido explicar el mundo y nuestro mundo.
Por supuesto, estas muestras de justa veneración venían acompañadas con tiras cómicas como ejemplo de ese ajuste entre su pensamiento y nuestra manera de pensar. Con una argumentación sencillamente complicada, es inevitable sonreír y sentir que formamos parte de algo común.
Todas esas contribuciones, como digo, nacen del cariño —también, reconozcámoslo, ha habido lugar para el postrero— y son indicio de esa chispa y esa sintonía. No obstante, a través de mensajes de WhatsApp, han empezado a proliferar (yo he recibido varios) enlaces al libro Todo Mafalda en PDF. Creo que ese «detalle» no supone ningún signo de amor por Quino ni representa nada de la esencia del humorista. Regalar totalmente a Mafalda no solo es algo reprobable (es un libro que sigue en venta y, por lo tanto, se regatea a los herederos de Quino una ganancia que les pertenece), sino que es algo carente de sentido. Si compartir detalles de cómo contribuye Mafalda a nuestro mundo es magnífico, compartir una integridad amorfa es feo, invasivo y de mal gusto. Es algo así como regalar una colonia costosísima en una garrafa de diez litros.
Los que aman a Mafalda conservan como oro en paño esos preciosos libros apasaidos. Los que llegaron más tarde o querían conservar todo ese legado, compraron el libro que reunía todo lo anterior, que es lo que corresponde. Realizar ese esfuerzo para tener ese magnífico repositorio de pensamiento expresado en clave de humor. Yo todavía recuerdo con cariño especial el momento en el que compré el libro en la librería Ateneo en Buenos Aires.
Como he trabajado mucho con Mafalda (es un filón parra muchos aspectos relacionados con la comunicación y con el lenguaje), también tengo ese famoso PDF y nunca lo he compartido con nadie: jamás se me ocurría desparramarlo a los cuatro vientos. Cuando se trata de Quino, destapemos unas gotas de genialidad. Para percibir su esencia y todo lo que le debemos.
A mí, que me gustaría ser Mafalda, siempre me he quedado en Felipe.
Te doy toda la razón. Hace un tiempo, unos conocidos me enviaron El Jueves en pdf y se lo recriminé. La cultura cuesta dinero hacerla, y los artistas merecen ser pagados. No podemos pretender apoyarlos si luego pirateamos y distribuimos contenido.