No estás seguro, no sabes si estás bien o mal o regular. Si echas de menos la calle o estás a gusto en casa. Si te gustaría tener más tiempo para ti o no disponer de un minuto, que las tareas te acogotasen el cerebro o que las ideas se desplazasen sin moverse, planas, en todo el sentido de la inercia.
No estás seguro de cómo está el mundo por fuera. Si es apolipsis o colapso, si es centro o periferia, si se acomoda a la norma al descontrol. No conoces remedios infalibles ni para la política ni para la ciencia ni para el bienestar interior. Ni eres consciente de si tu cuerpo es una síncopa o un apócope.
No tienes muy claro qué canción escoger, que película elegir, qué libro dejar a medias y cuál exprimir hasta las ultimas consecuencias. No sabes a quién llamar, a quién acudir, ni siquiera estás muy seguro si quieres contemplar qué es lo que les ocurre a otros o permanecer en la más ignominiosa de las ignorancias.
No sabes si vas o vienes, aunque sabes que no vas a ningún lado ni vienes de ningún sitio. Tampoco sabes si irás o vendrás. Ni hacía dónde, ni cómo. Cuándo no depende de ti.
Y así pasan días y días y días. Y tú no estás ni eres. Ni te manifiestas.
Imagen de Bart.