Empiezo a escribir mi aventura.
Llevo unos días explorando ya y he llegado varias veces a las cataratas. Me ha costado mucho, lo reconozco, he tenido que recorrer metros y metros de parqué, cruzar quicios de las puertas, sobrepasar los límites de un espacio que implosiona e impresiona a medida que lo atraviesas de forma repetida.
Cuando llego, todavía no se escucha el agua. Hay un mecanismo mágico que acciona el caudal de agua que, una vez desprovisto de mi traje de camuflaje, resbala sobre mi cabeza. He corrido el riesgo de que llegasen los cocodrilos, a los que veía a lo lejos, en el borde. Luego uno se ha ido deslizando con elegancia y sigilo. Me he muerto de miedo. Entonces, de forma rápida, el caudal ha cesado. Me he secado con algo que tenía a mano.
Ya con el traje de faena, han llegado las ocho de la tarde. Un sonido se ha escuchado más allá de los árboles, parecía gente aplaudiendo, pero yo no veía nada a través de la lluvia transparente que ha empezado a surgir tras mis cortinas. Estando aquí, solo, reconozco que me han entrado ganas de llorar
Estas entradas, claro está, tienen un evidente referente literario, cuya lectura me impresionó cuando era casi un niño. Nunca pensé que me iba a ocurrir a mí.
Perfecto, gracias.
¿La referencia es a «Viaje alrededor de mi cuarto», supongo? Lo he buscado, no lo conocía pero parece un libro peculiar y curioso.
Puede que estés ahí solo, pero aquí, solo a un paso de distancia, no.
Un abrazo y, de paso, me permito mandarte un saludo de parte de los lectores que guardan silencio.
Hola, Samuel.
Sí, tanto Viaje alrededor de mi cuarto como de Expedición nocturna alrededor de mi cuarto, ambas de Javier de Maistre. La verdad es que la soledad absoluta es un recurso literario similar al original, pero bueno, es cierto que también se siente uno menos solo sabiendo lo cerca que están/estáis algunos. ¡Un abrazo! Cuando quieras, te paso los libros (te los presto vía electrónica).