Escribo esta serie de entradas sobre las vacaciones sin ninguna esperanza de que nadie las lea. ¿A quién le puede interesar lo que yo cuente sobre estos días, sobre este primer día, sobre cualquier cosa que cuente sobre este tema?
Considero que hoy comienzan las vacaciones: los días pasados no eran más que un alegre fin de semana, preludio de esto. Mi intención era ir al gimnasio de buena mañana a realizar una sesión de pesas acompañado de buena música, pero me he concedido el lujo de abandonar este propósito inicial por ver Call me by your name. En realidad, todo comenzaba a las cinco de la mañana, con un episodio de la novena temporada de Shameless. Veo las películas a trozos, las series en porciones, leo varios capítulos alternando y oscilando.
Luego he jugado a Toy Blast, entretenimiento ligero del que abuso. Dejaré mis partidas de Master Mind para las primeras horas de la tarde. He recuperado mi afición por Master Mind, juego que me encanta. Conservo con cariño el juego que me regalaron cuando era pequeño. Llegué a ser tan extravagante como para llevar siempre conmigo una versión de bolsillo con la que retar a alguien en los viajes, incluso en los bares, cuando la música ochentena atronaba en los pubs y era mejor no mirar los vídeos con tanta hombrera, esa estética horrible.
Ahora lamento no haber ido al gimnasio. Mientras escucho a Freedie Mercury, me veo abocado a escribir tapado con una manta. Cada vez odio más la calefacción central, que impone a todos un horario poco ajustado a mis necesidades de abrigo. Pienso en ir dentro de un rato a la piscina, antes de ir a comprar y hacer la comida, pero esta tarde me esperan unas series en pirámide, el último entrenamiento más o menos duro antes de que empiecen las sansilvestres, así que dejaré que los músculos se sientan poco agradecidos en esa tendencia última hacia la vigorexia.
Tengo que escribir algo sobre el último número de la revista Telos. Tengo pendiente escribir también sobre mis ciudades preferidas de Europa. Se lo tengo prometido a Héctor Jiménez desde hace muchas semanas. Si alguien leyese esto, le recomendaría vivamente el blog de Héctor sobre viajes, VIAHEROCONH. Textos magníficos, imágenes excelentes, buen recurso para recordar lo que uno ha visto o como recomendación para lo que hay que ver. Tengo pendiente un café con Héctor para contarle una cosa sobre él que no sabe. Tengo pendiente también un café pendiente con Álvaro von… Y alguno más. Quizás sea mejor esperar a que acaben estos días.
También he de rematar dos artículos que tengo a medias. He metido horas por un tubo sobre cosas de las que llevaba trabajando cuando estuve en el Instituto de Lingüística en Buenos Aires, cuando aquí hacía frío y allí se estaba en la placidez de un porrón de Quilmes bien fría con unas papas. Y me queda por decidir los temas y los congresos a los que acudir durante el trimestre. Pero hoy es mi primer día de vacaciones, así que lo dejaré reposar hasta que llegue el aburrimiento. Tampoco contestaré un correo tremendamente descortés sobre un asunto académico. Odio la mala educación con todas mis fuerzas. ¿Tanto cuesta pedir algo con educación? Lo guardaré para cuando lo tratemos en las asignaturas del grado y del máster.
Tengo los dedos congelados. Pero era necesario, eso sí, revisar algunos anuncios que quiero estudiar. Y, aunque este no es para analizar, cae en el azar de YouTube el de Paco Rabanne. Y el «Rapper’s Delight» de The Sugarhill Gang ha inundado mi cabeza. Estaba yo en los últimos cursos de la EGB cuando llegó el rap. Una maravilla.
¿He dicho que odio la Navidad? Si no contesto a vuestras amables felicitaciones de correo o WhatsApp, mil disculpas. No estoy para nadie.