Es una foto de un torso masculino. Para ser exactos, no solamente un torso, puesto que el encuadre llega hasta la boca. Es un cuerpo fibroso, en el que se adivinan todos los músculos (llaman la atención los hombros, los pectorales y los músculos abdominales). Sin embargo, los auténticos protagonistas son los brazos, que aparecen retratados en su envés muy cerca del cuerpo, a escasos centímetros, en un momento de máxima tensión. Esta tensión se despliega desde abajo, con unos puños cerrados que se diría que están haciendo mella en las palmas de las manos, hasta cada centímetro de su recorrido, dibujado por todas las venas y arterias que podría mostrar el más detallado manual de anatomía. Todo este aparato circulatorio esta marcado de forma exagerada, desmesurada y desbordante. Cuando se aprecia con más atención la fotografía, se ve que el recorrido de las venas se vislumbra también en los hombros (no tanto, sin embargo, en el cuello, en el que restalla, eso sí, el esternocleidomastoideo).
La imagen desvela tensión, es indudable, pero la boca nos desvela algún detalle adicional en ese cuerpo acostumbrado al deporte o al gimnasio (en todo caso, al ejercicio extremo). Y ahí radica el auténtico valor de la fotografía. Es un cuerpo que refleja, más allá de la tirantez y la presión, un inusitado sufrimiento que no está justificado tanto en el cuerpo como en el temperamento o en el carácter.
(Esta entrada pertenece a la serie Catálogo de fotos que no existen. Por su propia esencia, no va acompañada de ninguna imagen.)