Tengo que hablar de algunas historias que recordé ayer con Fonsi. Estuve ayer con él pasando un buen rato, tomando un café, recordando anécdotas de aquellos tiempos y contemplando cómo cambia la perspectiva de todo según la persona que lo contemple o teniendo en cuenta el paso del tiempo. Gracias a este encuentro, apareció una historia que estoy seguro que hará las delicias de los seguidores de la serie y que tiene que ver con un chico que veía ovnis y cómo yo una vez invoqué en clase a los extraterrestres desde la ventana.
Pero hoy tocaba, ineludiblemente, hablar de Silvia. La mayor parte de las historias que han aparecido aquí, hasta el momento, son historias de chicos de instituto. Alguna he contado sobre alumnos de la universidad, pero siempre hay que tener mucho cuidado porque están (relativamente) más próximas y siempre quiero evitar el que alguien se pueda sentir aludido.
Pero hablar de Silvia, como vais a tener ocasión de comprobar, es distinto. Silvia fue mi alumna en la asignatura de «Análisis del lenguaje publicitario». Formaba parte de un grupo de amigos con gran espíritu creativo en el que que se encuentran, al menos, dos personas de las que contaré alguna historia con cierto detenimiento aquí. Es como si conociese a Silvia de toda la vida. Siempre me da la impresión de que hubiese sido alumna ya desde los tiempos de la secundaria (de hecho, vivía en el mismo barrio, es amiga de una de mis mejores alumnas de aquella época y estudió en un instituto muy próximo). De Silvia subrayaría su curiosidad mezclada con el asombro (en suma, la palabra griega thaumasía, de la que hablé hace tiempo). Porque recuerdo a Silvia siempre preguntando. De manera insistente, pero nunca pesada; de forma polémica, en el mejor sentido del término. Con Silvia no valían respuestas comunes y triviales, porque sus dudas nunca lo eran. Podían ir hacia la superficie o hacia el fondo del asunto, pero siempre tenían un sentido profundo. A Silvia siempre le ha gustado el debate en el mejor de los sentidos del término por lo que tiene de confrontación elegante de pareceres para llegar a una conclusión o a ninguna. O a todas las anteriores.
Hablo en el título de la entrada de su espíritu renacentista y de un Leonardo redivivo. También cabría un juego de palabras divertido. Silvia sería una Leonardo «redidiva». Porque es la reencarnación de la curiosidad, de las ganas de conocer y de la excelencia. Una de las cosas en las que destacaba siempre (y destaca ahora) es por su espíritu interdisciplinar. A Silvia le gusta escribir, le gusta dibujar, le gusta hacer fotos, le gusta cantar. Su interés se extiende a todas las disciplinas, incluidas las científicas. Y esa mezcla muy aglutinada entre el espíritu humanístico y creador y el espíritu científico e innovador (realicemos todos los quiasmos que deseemos) es lo explica la manera que tiene Silvia de enfrentarse al mundo. Todo ese interés, ahora, se ha convertido en su trabajo, que aúna el aspecto científico con su formación como comunicadora y divulgadora.
Quedo de vez en cuando con Silvia (de hecho, nos debemos una llamada para tomar algo y charlar). Su conversación siempre es fecunda, su juicio atinado, aunque nunca convencional ni acomodaticio. Solemos hablar de pelis y de libros, de cosas de la vida y de las peligrosas pseudociencias. Su conversación siempre deja un poso agradable. Con Silvia hablar nunca es una pérdida de tiempo.
Un día, hace unos cuantos años, cuando vi a Silvia y a su amiga Mariola durante un evento en el Teatro Principal dibujando a uno de los ponentes, me vino esa imagen de ella como persona renacentista, interesada por todo. Es algo de agradecer en estos mundos actuales y estrechos, especializados en las evanescencias de la nada. Silvia siempre tiene mil y una maneras de contar. Por eso, hoy tocaba hablar de ella.
Esta entrada pertenece a la serie Historias de alumnos. Para salvaguardar las identidades, los nombres no son los reales y puede que se cambien algunas circunstancias contextuales, si ello es necesario para no revelar el secreto profesional. También es conveniente recordar que, como puede suponerse, las historias se cuentan aquí de una manera resumida y que, en la vida real, tuvieron muchos más matices.. Imagen de Hersson Piratoba.