Ahora que la adolescencia y la juventud son un septiembre demasiado lejano, lleno de sonrisas y esperanzas. Ahora que los años de estudiante se difuminan entre se difuminan entre amores, lecturas y trenes que acabaron en una vía muerta.
Ahora que aquellos tiempos evocan una playa o un mercado en África, los viajes interminables de autobús para jugar un partido que yo no ganaba, los ratos muertos en mi habitación para leer un Astérix o hacer flexiones hasta quedar sin aliento.
Ahora que quedan tan lejos las jornadas intensas en la Escuela de Idiomas, las tardes y las noches en Valladolid buscando una buena conversación, una cerveza y unas bravas en la zona de Cantarranas. Ahora que se diluyen las cañas en dos vasos, el zurracapote y las chinchiminas, las sesiones de cineclub, la construcción de las vidas entre sueños.
Ahora que casi llego a fin de mes, que pago (más o menos) las facturas, que ya no escribo cartas ni correos. Ahora que cumplo más años que promesas, ahora que llego pronto a todos los sitos que no me importan.
Ahora que paso las noches de claro en claro y no logro dormir de un tirón, ahora que la noche es un rumor de risa ajena que se aleja por la calle y me congela el corazón.
Ahora que respiro a escondidas y que no me pierdo en las sábanas de la madrugada. Ahora que ya no encuentro en las radio las canciones que me inspiran, ahora que me miro en el espejo y me reconozco a duras penas.
Ahora que veo los telediarios pensando que reflejan un mundo en el que no vivo, ahora que los bares ya no son lugar de encuentro sino de reafirmación y de costumbres.
Ahora que, aunque no tenga edad, me gusta sentir cada momento y dejo que la lluvia me moje el rostro, las mejillas y las gotas se deslicen por el cuello. Ahora que reconozco en mis gestos las manías de mis padres, ahora que me desvisto entre la tormenta. Ahora que todo se vuelve verdad, cuando los palacios se derrumban y solo se adivina la hierba en sus solares.
Ahora que recuerdo un vaso que casi se desmenuza entre las manos, ahora que he aprendido a olvidar las reglas, ahora que respiro con 280 letras a las que le sumo los espacios.
Ahora que las noches sin luz me han enseñado a encontrar en las caracolas el sonido de todos los colores, la estridencia que se apaga entre esa incapacidad mía para distinguir el negro del blanco.
Ahora, en el momento en el que el otoño ilumina mis mañanas. Cuando dejo resbalar el reloj para dejar que el tiempo se detenga. Ahora, que cambio de razones y, como siempre, me niego a vestirme de domingo.
Este texto pertenece a la serie de Canciones prosificadas. Recoge dos canciones de Ismael Serrano, «Ahora» y «Ahora que te encuentro», que sirven de base e inspiración pero que estas imbricadas y modificadas a voluntad. Imagen de Razi Machay