Antes de empezar con esta historia, tengo que comenzar dando las gracias a todas las personas a las que les gustan estas entradas relacionadas con los alumnos y me han animado a seguir con la serie. Y también pido perdón por el parón de tres días: me he tomado la licencia de seguir el patrón académico de descansar el fin de semana y el día de fiesta de la universidad (28 de enero, santo Tomás de Aquino).
Vayamos a la historia de hoy, que es complicada de contar. Digo que es complicada de contar porque, necesariamente, tengo que omitir más de un dato por razones obvias de privacidad. Si en todas estas entradas procedo con especial cuidado, en esta ocasión la precaución se multiplica.
Lourdes era una chica que, un fin de semana de primavera, decidió poner fin a su vida. No importan mucho los detalles (y, si importan, no los podemos dejar reflejados aquí). El caso es que solamente un reducido grupo de personas conocimos esta circunstancia y yo, que era su tutor, me encontraba entre ellas. Lourdes estudiaba COU (el actual 2.º de Bachillerato) y, a raíz de este problema, del que no salió muy perjudicada físicamente, estuvo ingresada en la planta de Psiquiatría del Divino Vallés.
Como tutor, tuve una larga conversación con la madre sobre lo que podía ser más conveniente para Lourdes. Al parecer, los médicos aconsejaban que, aunque ingresada y medicada, podía ser positivo que retomase, en cierta medida, la rutina académica. Una profesora de ciencias y yo nos íbamos acercando al hospital para ayudarla e ir poniéndole al día de lo que se hacía en clase.
El primer día que llegué a la planta de Psiquiatría reconozco que me sorprendí y asusté. El protocolo de acceso era muy rígido, sin poder acceder al área con ningún objeto punzante y teniendo que cumplir una serie de requisitos totalmente lógicos pero muy severos. La sorpresa dio lugar a la inquietud al ver la planta desde dentro. Lourdes se encontraba, en el momento en el que llegué, en una habitación compartida en la que había camas con abrazaderas para inmovilizar a algunas enfermas. Un grupo de chicas acudía con desgana a la hora de una merienda forzada, aunque también es cierto que se oía también alguna conversación más animada. No obstante, el ambiente era ciertamente opresivo para el visitante. Pero a lo que íbamos: decía que Lourdes estaba en la cama con una gran sonrisa. Era una chica de natural alegre y casi siempre estaba de buen humor. Uno no puede evitar pensar qué procesión llevaría por dentro y qué gran tensión habría entre esa sonrisa vista desde fuera y esa pena interna que atenazaba su mundo interior. Pero, sobre todo, en ese momento, se veía en Lourdes una sonrisa de agradecimiento. Naturalmente, nadie dijo ni una palabra sobre todo lo que había ocurrido: nos limitábamos a hablar con toda naturalidad de lo que quedaba por hacer en clase como si estos días Lourdes hubiese estado en cama por culpa de una gripe.
Los días pasaban y Lourdes pudo ir enfrentándose a las pruebas finales de COU desde el hospital. Nada impedía que ella fuese progresando en sus estudios (era buena estudiante) y fuese aprobando. El aprobado en COU dio paso a la gran pregunta: ¿y la Selectividad? Lourdes estaba en condiciones de aprobar la Selectividad en la convocatoria de junio, pero su situación de ingreso hospitalario en un área cerrada parecía imposibilitar que hiciese el examen en la universidad. Yo pregunté a la madre por esta circunstancia y me dijo que los médicos no ponían ninguna pega a que realizase la prueba de acceso a la universidad. La única condición es que alguien se encargase de ir a recogerla al hospital, la vigilase en todo momento y la volviese a acompañar al hospital al finalizar cada jornada. Bastaba, en suma, firmar unos papeles.
Necesariamente tengo que hacer aquí otro paréntesis en la historia. Pertenece a lo más íntimo en las historias de las familias y no voy a ser yo el que se dedique a juzgarlo. Digamos tan solo que sentí el impulso de ayudar a Lourdes y me comprometí a ser quien le sirviese de acompañante y de sombra. Era algo arriesgado, pero no se trataba, a mi juicio, de nada heroico. A fin de cuentas, como he dicho antes, yo era su tutor y era el encargado, como vocal de centro, de estar en las aulas de los exámenes junto con mis alumnos. Nada más natural que iniciar la jornada un poco antes en el hospital y finalizarla por la tarde-noche en el mismo sitio.
No es esta la ocasión para reseñar más detalles. Solamente puedo decir que todo fue como la seda, que Lourdes se adaptó muy bien a las circunstancias, que hizo todos los exámenes sin problemas y que todos cumplimos con los protocolos, tal y como nos habían pedido los médicos. Lourdes aprobó la Selectividad con una nota más que digna, por lo que teníamos muchas razones para estar contentos.
Tengo que decir que jamás recibí un agradecimiento por parte de la familia de Lourdes. Esto me entristeció al principio, porque creo que mi grado de compromiso e implicación fue grande y hubiese sido el responsable si algo hubiese salido mal. Con el tiempo, me he dado cuenta de que tampoco necesitaba ese agradecimiento. Me basta con saber que Lourdes pasó con nota ese momento de su vida. Y eso es mucho más importante que cualquier otra cosa. Me basta con acordarme, en definitiva, de su sonrisa.
Esta entrada pertenece a la serie Historias de alumnos. Para salvaguardar las identidades, los nombres no son los reales y puede que se cambien algunas circunstancias contextuales, si ello es necesario para no revelar el secreto profesional. También es conveniente recordar que, como puede suponerse, las historias se cuentan aquí de una manera resumida y que, en la vida real, tuvieron muchos más matices. Imagen de Thomas Hawk.
Pues yo te doy las gracias en su nombre, como doy las gracias a todos los profesores que no os importa hacer un trabajo extra. A veces una mano apoyado en un hombro es más que suficiente pero marca toda una diferencia.
Me encanta esta serie de historias de alumnos.
Concretamente de esta te diré que es un gran aprendizaje el no necesitar que los demás te agradezcan lo que has hecho por propia voluntad y con buena intención. El que otras personas no lo vean no hace que tu acción sea menos noble. También me alegro por Lourdes.
Sigo leyéndote aunque comento poco
¡Muchas gracias, Magda! Estoy disfrutando mucho de esta serie porque creo que hay historias que es necesario contar para hacer visibles a muchas personas y muchas situaciones dignas de que no caigan en el olvido.