ELLA. Vamos a escribir una felicitación de Navidad, anda.
ÉL. Ni de coña.
ELLA. ¿Por qué?
ÉL. Porque no. Porque no me gusta, ya lo sabes.
ELLA. ¿Las tarjetas de felicitación a las navidades?
ÉL. Ni las unas ni las otras. Ya lo sabes.
ELLA. ¿Y cuándo nos manden correos electrónicos felicitándonos las fiestas, o wasaps, qué hacemos?
ÉL. Tú haz lo que quieras. Yo, o no contesto, o contesto: «Gracias, igualmente».
ELLA. Qué poco espíritu.
ÉL. Ningún espíritu. No tengo alma. Y cuerpo, tampoco. Me estoy quedando en los huesos.
ELLA. A mí no me gustan los chicos flacuchos ni las personas sin espíritu.
ÉL. Mala suerte. Es lo que hay.
ELLA. A ver, ayúdame, por lo menos, a escoger una imagen.
ÉL. ¿Cómo la quieres?
ELLA. No sé. Un árbol, una rama, nieve… ¿Te gusta esta?
ÉL. No.
ELLA. ¿Por qué?
ÉL. Está en formato vertical y no da juego. Mira esta otra. En blanco y negro, bonita y elegante. Podemos poner un fondo negro y desplazar esa esfera para que no esté tan centrada y permita que respire el texto.
ELLA. Sí, pero qué ponemos.
ÉL. Empieza por alguna palabra.
ELLA. Ilusión, sueño, esperanza… Me acuerdo de de una cita de Borges sobre el presente y los futuros…
ÉL. ¿Esta?
ELLA. Sí. Pero así queda incompleta. ¿Añadimos algo de nuestra cosecha?
ÉL. Vale. Sí, esto que dices queda bien.
ELLA. ¿Pero la letra con remates o sin remates?
ÉL. Helvética, de toda la vida.
ELLA. No, que va, mira esta con remates. ¿Ves qué bien queda?
ÉL. ¿La línea final más a la derecha?
ELLA. No, así queda perfecto. Me gusta mucho.
ÉL. Sí, ha quedado bien. Muchas gracias.
ELLA. ¿Por qué?
ÉL. Has conseguido lo imposible. Ya tenemos una felicitación de Navidad.
ELLA. Y de Año Nuevo, que es el futuro.
(Entrada perteneciente a la serie Diálogos).