Hoy, como tenía muchas cosas pendientes, he decidido perder el tiempo. Recordando una entrada que escribí hace mucho tiempo, he acudido a Wikipedia para ver el artículo dedicado al 27 de octubre. La casualidad me ha premiado con la primera de sus carambolas: hoy es el tricentésimo día del año y eso, como todas las cosas redondas, es cosa digna de mención.
Si no hubiese visto Vikings, no le habría dado importancia al hecho de que muriese el rey Athelstan, y me doy cuenta de que tal día como hoy, en 1553, unos salvajes en forma de cristianos quemaron vivo (si lo hubiesen quemado muerto, la cosa no sería para tanto) al gran humanista Miguel Servet. Un 27 de octubre de 1807 Napoleón nos la metió doblada y Francia y España firmaron un tratado en el que creíamos que los gabachos iban a estar de paso y se quedaron para invadirnos un poco nada más. O que a Estados Unidos le daría por detonar unas cuantas bombas atómicas para poner al mundo a prueba de… bombas.
Desde luego, un 27 de octubre da para muchas cosas, de las que paso de poner enlaces. Por ejemplo, que en 1992, en el ejército de Estados Unidos, se asesinó a un radiotelegrafista porque era homosexual. Y que tal barbaridad no sirvió más que para invitar a los gays a que silenciasen su orientación sexual. Vinieron al mundo el escritor Dylan Thomas (1914) y mi admiradísimo y adorado pintor Roy Lichtenstein (1923).
Y, como en 2013 murió Lou Reed y celebramos el día de san Frumencio, escucho «Walk on the Wild Side» y, para rematar un día más de diletancia, me voy a tomar un bocadillo de calamares.