¿Eres feliz en caída libre, cuando caes en el abismo, o prefieres caminar profundamente por la superficie? ¿Te da miedo ese cansancio, ese horror a la página en blanco, a la historia no escrita, a la melodía sin letra, a la letra sin canción?
¿Hay algo más allá de esa llovizna mecida por el viento? ¿Algo más allá de los pulmones que se unen y se agitan? ¿Algo que no sean labios y caricias y tempestades? ¿Algo más allá de la lucha de cuerpo contra cuerpo?
¿Conoces esa calle, esa manera de deslizar los meses de otoño hacia la primavera? ¿Conoces a todos los que se olvidaron de los matices, de los detalles? ¿Conoces a los que se encuentran compuestos y sin luna que los abanique? ¿Sabes de aquellos lunes que ya no serán tristes porque tienen el sabor de unas palabras?
¿Te resulta difícil hablar y callar? ¿Esa extraña seguridad de no estar equivocada? ¿Te parece difícil concebir un suelo celestial? ¿Un mundo con las canciones a flor de cambios, nieves y tormentos?
¿Dónde está la cabeza donde caben los corazones? ¿Dónde los ascensores si hay escaleras que esperan a cada peldaño? ¿Dónde los problemas si la vida puede ser, desde luego, por supuesto, un baile?
¿Cuándo importó la historia cuando se borró el guion? ¿Cuándo aparecieron las banderas si no existe ni el carné de identidad? ¿Cuándo importaron todas las horas del día, todas las semanas del mes, si existe todo un año partido en momentos?
Si lloras, cantamos. Si ríes, gritamos. Si tienes problemas, chapoteamos en un baño dulce con espuma. Si te cansas, tenemos tiempo para recuperarnos. Si necesitas la sal, la edulcoramos. Si lo sabes todo, lo ignoramos. Si todo lo ignoras, lo aprendemos. Si lo pierdes, lo encontramos. Si lo ves, nos tapamos los ojos y, si no lo ves, abrimos los oídos.
Caminando, muy profundamente, por la superficie.
Imagen de Katell Ar Gow.