Es un error imperdonable, una confusión intolerable. Tantos años de documentales, de clases de ciencias, de taxonomías sin fin, de cazadores y cazados. De animales veloces, bellos, esbeltos. Un guepardo, con andar pausado, divisando y oliendo a la presa. Comienza la carrera: el guepardo arranca, velocidad en estado puro. La sabana africana como marco, como contexto. Al otro lado, una gacela. Así, sin precisión: lo mismo da ocho que ochenta, no te fastidia. Una gacela, dices. Pero qué simplificación de la realidad, que es siempre compleja. Contemplas mi enfado, que pasa del enojo al enfurecimiento. ¿Una gacela? ¿Una gacela dices? Sí, una gacela, ¿no? ¿Así, sin más? Ah, no, ya. Y crees saber la respuesta. Ahí, en ese safari que es fotográfico pero en el que no hago una foto ni nada que se le parezca, incorporado a medias sobre el asiento, ávido de experiencias. Y tú, dispuesto a grabar todo y renunciando, por lo tanto, a vivir el momento presente, que tiene un valor incalculable. Que no tiene por qué estar en otro lugar que en el recuerdo, más vívido ahora. Sí, crees saber la respuesta y sonríes, agazapado en un conocimiento que es enciclopédico. Una gacela Thomson. Una gacela Thomson, dices, no te jode. Thomson. Mi favorita. Aquella cuya foto acariciaba en el primer tomo de Fauna de Félix Rodríguez de la Fuente. Con todas las características. Seguro que ahora estás mirando la Wikipedia, cacho inútil, idiota, incompetente. Qué vergüenza, madre mía. El guepardo todavía está en carrera, ya a punto de llegar cuando te digo que cuánto crees que pesa el bicho. Y cuánto mide. Y tú dices que no sabes calcular, así, en caliente. Que está muy lejos y que te he arrancado literalmente los binoculares de las manos. Pero que crees que es un bicho relativamente grande. ¿Y entonces?, digo. Pues no sé qué quieres decir. Que si es grande o pequeña, mecagoentodo. No sé, dices. Más bien grande. Pues eso, más bien grande, claro. Como que esta puede pesar casi el doble que la gacela Thomson, indocumentado. Y el pelaje. ¿Ves el pelaje? Porque no te voy a poner a prueba con los cuernos, que parece que no jugaste de pequeño a los juegos de diferencias, de los siete errores, de lo que sea. El pelaje, vamos. ¿Falta algo? No, no lo veo. ¿Algún color? No color, así, color como tal, sin más ni más. La franja oscura. ¿Dónde está la franja oscura? Ah, la franja oscura. No hay. Pues eso. Estás viendo una gacela Grant. Para eso te vienes hasta el Serengeti. Lo mismo querías ver tigres. La gacela Thomson, mi favorita, pequeña y ligera, que guardo en el corazón de mi recuerdo. Si la hubiese visto, hubiese sido una persona muy feliz. Ahora mira cómo se merienda a la otra el guepardo, venga, disfruta y luego se lo cuentas a los amigos. Cometes errores imperdonables, my friend.
Con imagen de Anita Retenour.