No siempre conocemos la auténtica consistencia de las obras humanas y, por eso, necesitamos ponerlas a prueba. Es lo que le pasó al puente de Brooklyn.
Que sí, que esta diseñado por ingenieros. Que sí, que es muy moderno y consistente. Que sí, que si se tiran doce años para construirlo será seguro. Pero la mejor manera que tuvieron los neoyorquinos de comprobar en carne ajena que el puente era robusto se debe a una iniciativa de un empresario del espectáculo, P. T. Barnum, que gentilmente se ofreció a que una manada de elefantes atravesase el puente recién construido. Aunque las autoridades rechazaron inicialmente su ofrecimiento, se ve que se lo pensaron mejor y, al año siguiente, dieron su autorización y 21 elefantes, 7 camellos y 10 dromedarios atravesaron el puente. El New York Times llegó a decir que parecía que la mismísima Arca de Noé estaba desembarcando en Long Island.
Pienso que deberíamos hacer esto mismo en todas nuestras hazañas humanas. Y no solo en las externas, sino también en las internas, utilizando todos los símbolos y todas las metáforas. En efecto: si tienes dudas, utiliza elefantes.
(Encontré la anécdota en Noches sin dormir: último invierno en Nueva York, de Elvira Lindo y luego completé la información aquí. La imagen pertenece a una edición conmemorativa del New Yorker)
Gran metafora. Yo utilizo trenes en lugar de elefantes, pero para el caso es lo mismo 😉