Ayer estaba viendo un programa de televisión totalmente prescindible, uno de esos momentos tan tristes «para pasar el rato» de una tarde-noche de sábado. Bien avanzado el programa, entrevistan a un chico que está a punto de actuar. Cuenta que la música es su pasión, que quiere dedicarse a ella desde hace años. Comenta el chaval que su familia le paga, eso sí, los desplazamientos para hacer pruebas, pero que no tiene ninguna confianza en él, que le dan dinero pero ningún apoyo moral. Que le miran como un bicho raro, alejado de los intereses auténticamente interesantes e interesados de este mundo. Me imagino que piensan en una de esas maneras convencionales de ganarse la vida, las mismas que atascan con su monotonía las colas del paro en este país en el que no se sabe muy bien qué hacer para que el futuro no nos juzgue por haber tirado los sueños de dos generaciones a la basura.
Sale al escenario y se descubre una voz bellísima, llena de calidez y ternura. Es inevitable deducir que esa familia no ha escuchado a su hijo ni un solo segundo. Si lo hubiesen hecho, seguro que hubiesen quedado fascinados en su talento. Y que, a veces, es más seguro apostar por el talento que apostar a caballo ganador. Sobre todo, cuando sabemos que ahora mismo todos los que fueron caballos ganadores llegan los últimos.
Y me acuerdo de lo que dijo el chaval cuando le preguntaban. Decía: «O claudicas y eres como ellos, o sigues tu propio camino». No conozco nada más aburrido que ser como los demás, así que es obvio que deberíamos tener confianza en el talento de los demás, apostar por él como garantía de desarrollo y como garantía de futuro. Algo falla cuando nos olvidamos del talento, cuando no sabemos valorarlo y, aún mucho peor, cuando ni siquiera sabemos reconocerlo (¿envidia?, ¿mediocridad?, ¿ignorancia?). Y lo único que les queda a los que todavía tienen fuerza para confiar en sí mismos es saltar por la borda y emprender ellos solos la travesía.
(Habrá que dejar para otro día la reflexión sobre el programa en sí, que ayuda bien poco a saber lo que es el auténtico talento. La imagen es de Deana)