El turista se ha despertado entre las sombras y la pereza. Al salir de la cama, su cuerpo se estremece por un aire acondicionado que ha sido su compañero de noche. El turista abre las cortinas y ve que esta noche ha llovido en Bangkok.
Lo cierto es que el turista tiene una vista normal desde su ventana. Nada espectacular, ni mucho menos. Pero, ya algo más desperezado, se da cuenta de que hubiese dado todo el oro del mundo por poder escribir una frase así años antes. Era tan extraño para él pensar en Asia, en una ciudad que lo era solo en las novelas, en las películas y en sus sueños, que se da cuenta de que tiene que retener ese momento, vivirlo un poco más. Pensarlo y sentirlo con algo de detenimiento.
Reacciona cuando se da cuenta de que solo faltan quince minutos para bajar a recepción y encaminarse con sus colegas a la universidad. Batido de chocolate, ducha, cepillado de dientes, elección rápida de ropa y salir pitando. La mañana transcurre entre la rutina y el interés hasta que llega la hora de comer. Todos están sentados en la planta baja de la universidad, en un lugar techado pero sin paredes: es la hora de comer.
De repente, empieza a caer una tromba de agua. Obstinadamente, primero es el sonido, luego la sensación de aumento de humedad y, directamente, la lluvia acompañada de viento, que va mojando los laterales del lugar, la que le devuelve la idea al turista: llueve sobre Bangkok.
Más tarde, el turista se acerca por primera vez, de forma titubeante, hacia la noche. Un taxista despistado. Unas indicaciones contradictorias de un comerciante. Y, de pronto, un dedo amigo señalando el lugar.
Al turista le deslumbra la luna llena de cada foco de luz difusa, cada sonido estridente de toda la masa de seres más o menos como él que buscan lo distintivo en algo que ya es solo de ellos, invasores de todo en todas las partes. Horas más tarde, todo se acaba. El turista coge un taxi. El conductor, sonriente y despistado, le lleva hacia ninguna parte. Perdido y solo en el asiento trasero, el turista sonríe. Acaba de recordar que, nada más despertarse, ha visto llover sobre Bangkok.
(Esta entrada pertenece a la serie Diario de un turista).