Mi primer tuit de 2014 era premonitorio. Era una cita de Canadá, la magnífica novela de Richard Ford: “Tú siempre piensas que sabes qué es lo peor. Pero eso nunca es lo peor posible”. Una buena manera de ir descubriendo que, detrás de la oscuridad cortada en capas, acecha siempre una más. Porque, como aseguraba Sherlock en el miniepisodio que anticipaba la tercera temporada , «Solo las mentiras tienen detalles». La verdad es mucho más plana y, por lo tanto, inexistente. La realidad, en el fondo, no hace sino corroborar que el futuro es incierto y los perros aguardan. De ahí al terror no hay ni medio paso. Como decía Hobbes,»El día que yo nací, mi madre parió dos gemelos: yo y mi miedo”. Porque el miedo genera inseguridad y te instalas en la fortaleza de tus debilidades: tiene que ser aburrido eso de saberlo todo, de entenderlo todo, ¿no? La vida, más bien, es como esa caja en la que se mete al gato de Schrödinger: de hecho, el gato está vivo y muerto a la vez. No es obvio, pero es lógico, como las verdades evidentes en sí mismas pero no para nosotros de las que hablaba Tomás de Aquino. Dejando de lado la escritura de sucesos tristes, pero no su memoria, no nos tenemos que olvidar que es muy difícil estar a la altura de los mejores: para llegar a la altura de la medianía, es suficiente ponerse de puntillas. Como mucho. En justa medida, también tienen que estar a la altura de uno mismo. Percibirla, valorarla. Ajustarse la cuerda y disponerse a escalar hacia el conocimiento. Y dormir a las horas justas y despertarse en medio de la noche y recibir un chorro de luz en un cerebro que debería estar dormido. Con un alejamiento de la realidad y la sociedad que no es una patología, sino una manera de retirarse de todas las convenciones. Que el cielo está lleno de estrellas, pero nuestro cerebro tiene más neuronas para iluminar la asunción del mundo.
Facebook, por estas fechas, te hace un regalo estupendo: te configura y empaqueta una selección de publicaciones y fotografías para enseñarte lo maravilloso que han sido los pasados meses y para congratularte de haberlos podido compartir con tus amigos. Como soy un pitufo gruñón con ansias de transcendencia, enseguida me manifesté públicamente negándome a secundar esta farsa. Algunas personas, en privado o públicamente, se sentían algo molestas, pero no entendían que yo no criticaba el que ellas lo hicieran (como juego, como algo bonito o, simplemente, porque les daba la gana). Mi regalo quería que fuese mío: repasar lo que había escrito en las redes sociales y hacer balance. Pues eso.
Yo me he apuntado al balance de FB, mas que nada porque los balances me dan pereza y los hago siempre a ultima hora, y nunca me apetece publicarlos ????