ELLA. Te tengo que contestar a esa pregunta que me hiciste el otro día, pero todavía no la entiendo.
ÉL. Era una pregunta para descubrir, no para pensar.
ELLA. ¿Qué pasa, que haces preguntas porque dudas o porque conoces las respuestas?
ÉL. Hago preguntas porque tengo dudas, inquietudes, obsesiones. A veces hago las preguntas a los demás cuando debería de formulármelas a mí mismo.
ELLA. ¿Ves? Todo gira siempre sobre ti.
ÉL. No, al contrario, giro en torno a las cosas y a las personas. Las preguntas son ese eco con el que descubro que estoy con otros.
ELLA. Pues quién lo diría, el anacoreta que va a su bola, al margen de todo y de todos.
ÉL. Estoy al margen de casi todo y de casi todos. Pero, por ejemplo, no estoy al margen de ti.
ELLA. Pues no lo parece.
ÉL. Ese es el sentido último de todo. Y, si no, que se lo pregunten a esa pregunta. Cuando la escuché en una película, tuve la respuesta más clara, simple y directa. En ese momento, la respuesta hacía todo más fácil.
ELLA. Pues yo no sé qué responder.
ÉL. Déjalo, es lo mismo. Prefiero no saber la contestación. Todos hacemos preguntas soñando y yo no quiero despertar.
(Entrada perteneciente a la serie Diálogos. La imagen pertenece a mi galería de Flickr.)