Nunca podía haberlo imaginado, siempre creía que iba a ser fiel a París. Ha sido mi ciudad desde la primera vez que la pisé.
He estado tantas veces allí… He paseado tantas veces por sus calles mojadas que reflejan el cielo… Empecé por las cosas grandes, los monumentos y lo evidente, pero fui descendiendo al detalle, al rincón inexplorado y tranquilo, a la tienda de la periferia en la que me abastecía durante los atardeceres. He respirado tantas veces ese aire, lleno a veces de humo y contaminación, lleno siempre de ecos y de misterio. En el tiempo en el que viví allí, dediqué tantas horas a estar entre sus libros, entre su cultura… En la suerte de haber explorado muchas de las grandes ciudades del mundo, París era para mí algo diferente, incomparable, inimitable.
Sin embargo, hace poco una ciudad ha entrado en mi corazón. Sabía que podía ocurrir y estaba prevenido. Estuve allí muy poco tiempo, pero esos pocos días se convirtieron en ansia de eternidades. Fue un impacto, un derechazo a la lógica y una conmoción a los sentidos. Todavía no me atrevo a decir que será mi ciudad para siempre, pero me he enamorado de forma compulsiva. Y quiero volver a pasear, a rastrear, a imaginar citas imposibles, a subir a las alturas.
Siempre quedará París, pero Nueva York ha llegado para quedarse.
(La imagen pertenece a mi galería de Flickr.)
Pues deberías… 🙂
No he estado en Budapest todavía 🙁
Yo la traicioné por Budapest….