ELLA. ¿A dónde vas ahora?
ÉL. A entrenar.
ELLA. Chico, ni que fueses un chaval de quince años, a entrenar, a entrenar. Di que vas al gimnasio.
ÉL. Pues eso, al gimnasio, a entrenar.
ELLA. Todavía no me puedo explicar qué le ves a eso de pegarte una paliza durante una hora, dos, o las que sean.
ÉL. Pues un día te pasas por allí y verás que hay muchos que te pueden dar una charla sobre el particular.
ELLA. No me gusta nada el gimnasio, lo sabes. Todo un conjunto de obsesionados, vigoréxicos y colgados en busca de relaciones y amistades.
ÉL. ¿Y yo en qué categoría entro?
ELLA. En todas menos en la última, que eres un borde de mucho cuidado.
ÉL. Gracias.
ELLA. De nada. Y luego, ¿qué vas a hacer? ¿Dedicarte a estudiar un rato?
ÉL. Pues… sí, igual sí.
ELLA. ¿También te gusta?
ÉL. Sí, también.
ELLA. Está visto que no tenemos ninguna afición en común. Estamos en las antípodas.
ÉL. Algo en común tendremos, digo yo. A propósito, ¿quién es el de Nueva Zelanda?
ELLA. Que te den.
(Entrada perteneciente a la serie Diálogos. Imagen de Ira Iam Thenight)