Me gusta Gladiator (de hecho, ya he hablado una vez de ella aquí). Mejor dicho, me apasiona. Por muchos motivos, tantos como entradas podría escribir. Pero hoy voy a dar otra razón de mi afición por esta película: es la historia de un vencedor que ya ha sido derrotado o de la derrota de un vencedor. Emocionalmente, nos sentimos atados a esta historia permanente de la derrota a través de la victoria. A Máximo le han arrebatado todos los méritos que ganó en el campo de batalla por las conjuras y las envidias propias de la mediocridad. Y, en ese momento, comienza la historia magnífica de un ser humano que decide sobrevivir. No es cierto que quiera ganar, porque lo ha perdido todo. Su historia es demasiado grande para tratarse de una venganza. Su personalidad es demasiado fuerte para ser tildada de arrogante.
A Máximo Décimo Meridio solo le quedaba luchar: sabía que era la única manera de que se supiese que había perdido. Porque, aunque Máximo no lo sabía, la eternidad no existe.
Mmmmmm…. no sé yo si eso de la vena violenta es bueno o malo…. 😛
A mí me gusta. Siempre me apasionan las historias de victorias… y derrotas. Y, para lo que es el señor Crowe, en esta no está mal: su vena violenta en la vida real le sirve de catarsis.
Nunca lo había visto así. No me gusta esa película, y la mayor culpa de ello la tiene Russell Crowe, que es la cosa más sosa que se ha visto en la pantalla desde Penelope Cruz…