Puede parecer tonto, pero no lo es. No saber detalles, no conocer estancias ni destinos. Y limitar los intervalos más preciosos a hablar de vaguedades que no conducen a ninguna parte. De hecho, no es nada tonto pasar días y días entre tanto sinsentido. No es algo que tenga que ver con el control, sino con la cortesía, con el sentido común. Y desconocerlo todo porque se va restando con situaciones que no tienen mucha lógica, poca, ninguna. Pese a todo lo que parezca y todo lo que se crea, todavía persiste en este mundo la distinción poco distinguida, la elegancia hecha una piltrafa, la fiesta continua que solo devuelve vómitos y resacas a quien no participa de la agitación. Y, por eso, se hace auténticamente difícil hablar con profundidad de algo tan incontrolable como el tiempo.
(La fotografía pertenece a mi galería de Flickr.)