Me gusta tocar las hojas de tu cuerpo y contemplarte con unas gafas que revelan tus líneas sinuosas. Y, por un momento, espero el milagro de que la lluvia se detenga contra todo pronóstico, contra su propia naturaleza.
A veces, te deslizas por el calendario para alejarte durante un mes a esos países que te besan mientras viajas por ellos, pausadamente, entre todos sus cavidades, entre todos sus misterios. Y, en esos momentos, solo quiero hacer una copia exacta de tu sonrisa, solo espero que suceda lo inesperado, solo quiero que exista una ligera tracción sobre la nieve, tan ligera. Y, por un momento, espero todo menos la muerte.
No consigo verte sino como un conjunto de seres diferentes en los que la alternativa se reduce al movimiento o a la canción. Y será difícil, porque solo las auroras son capaces de superar los dilemas que oprimen nuestras razones. Espero que seas capaz de olvidarte de las cosas que tienen nombre. Espero que el ruido sea más fuerte que los caminos ya conocidos y que pueda servir para visitar las flores, para visitar el refugio triste de los muertos. Espero ser capaz de tener en mi cabeza miles de copias exactas de tu sonrisa para cuando tú me faltes. Cada vez tú, cada vez distinta. En ese movimiento perpetuo que se desmenuza en partes. Y espero con dulzura a todo menos a la muerte.
(Imagen de EstefaníaVS. La entrada parte del comentario de Magdalena a mi entrada anterior. He seguido los pasos que ha dado ella por el traductor automático y he convertido la maravillosa canción «Ojalá», de Silvio Rodríguez, en una canción prosificada que, con los filtros del traductor, ha tenido como resultado algo totalmente diferente.)