Dijo que no quería descender más. Me lo dijo en una confidencia propia de las aventuras más excitantes, esas que proceden de luchar por ir viviendo como si los días fuesen algo más que marcas, hitos, referencias. Dijo que todo se hace más duro que lo esperado. Pero, me dijo que, sobre todo, lo más duro es lo esperable. que da miedo y no hay lugar para acurrucarse entre las brechas de la esperanza.
Dijo que todo pasa y que nada queda que merezca ser recordado. Me dijo que, de buenas a primeras, no nos sobran los motivos, que todas las soluciones quedaron para la última página de los manuales de electrodomésticos desvencijados.
Dijo que no se merecía merecerse todo lo que cae por todas partes. Me dijo que sabía a ciencia cierta que no hay nada que hacer, que la lluvia es persistente e impertinente. Y que todo depende de que no dependa nada.
Dijo eso y muchas otras cosas. Me lo dijo entre los silencios que, por mucho que nos engañemos, no hablan ni nos engañan. Y lo cuento así, como lo dijo.
(Imagen de Philippe Clabots.)
A mí me pasa lo mismo, pero al contrario. La escribí sin ánimo pesimista y, cada vez que la leo de nuevo, se me cae el alma a los pies 🙁
Ayer leí tu entrada y me pareció muy triste y pesimista. Hoy la releo y me parece esperanzadora. No sé cual era tu intención, pero me temo que esta vez dependerá mucho de mi estado de ánimo…