Te animas hasta que emprendes la cuesta abajo. Corres hasta que dices basta. Sonríes hasta que una forma irrefrenable de pena te atrapa el alma. Eres optimista a ratos, hasta que la realidad explota y deja vestigios de metralla.
Acaba el día. Duermes. El nuevo día comienza y se olvida todo. Hasta que el tiovivo vuelve a funcionar.
(Imagen de Jesus CM.)