Nadie sabe nada. No es un principio socrático, no en este caso. Es una contradicción vital. No es un punto de partida ni tampoco una meta deseada. Es un lío, un embrollo, un dolor que surge y que no aflora. Un chillido interior que no te revienta los tímpanos pero te desgarra el alma.
Una forma de ser, una forma de no vivir. Nadie sabe nada. Eso es todo.
(Imagen de Nicolas Hoizey.)