Han sido días de regalar, de ser regalado, de regalarse. No me refiero solo al acto protocolario y «obligado» de hacer regalos, sino de aprovechar esos momentos para dar un poco de ti a otros. No importa, en el fondo, si vale o mucho o poco, sino las ganas, el empeño. El pensar en algo para alguien.
Yo, que he abominado los momentos de mi vida en los que me he visto obligado a agradecer con reverencias y pleitesía, me siento en estos días dolido. Me pasó ya hace unos meses, me ha ocurrido hace nada. En los tiempos de la comunicación diferida pero casi instantánea, en los días de Whatsapp, de Twitter, de Facebook (no ya algo tan simple, cercano y cálido como una llamada de teléfono), me encuentro con la nada. Algo que nos haga recordar que el otro está ahí. Ser agradecido cuesta tan poco…
Es la última vez que me pasa.
(Imagen de Frank Vervial.)
Pues tenéis toda la razón. Así que obsequiemos.
Vaya, Félix se me ha adelantado en mi comentario… Por algo somos humanos y tropezamos una y otra vez con la misma piedra…
Nunca es la última vez que te pasa. Siempre hay una más.