ELLA. Que sea la última vez que pones una de esas mierdas de diálogos.
ÉL. ¿No te ha gustado?
ELLA. No me ha gustado nada.
ÉL. ¿Nada?
ELLA. Nada. Resulta que ahora todo el mundo se cree que soy una iluminada y una blanda. Que voy por la vida como si fuese una peli de dibujos animados.
ÉL. Hay dibujos animados muy crueles, mira Bambi…
ELLA. Que te vayas a la mierda. Que estoy cansada de tus juegos de poeta maldito sin llegar siquiera a ser poeta ni nada que se le parezca. Que estoy hasta las narices de que te pongas rarito. Podías mostrar algo más de humanidad. Un poquito de sentimiento. Vas por el mundo haciendo que todo te resbale. O aparentándolo, porque, o has cambiado mucho, o no eres así. Y, si eres así, ya sabes: puerta. Se acabó la tontería.
ÉL. ¿Pero no quieres ir a Dubrovnik?
ELLA. ¿Encima cachondeo? Yo te hacía la propuesta con la mejor intención de mundo.
ÉL. Yo solo te decía que en la calle, ahora, hace frío y que me cuesta imaginarme un verano.
ELLA. No es imaginación, es voluntad.
ÉL. ¿Sabes una cosa?
ELLA. ¿Qué?
ÉL. Una de las cosas que más me gusta en este mundo es apoyarme en la barandilla de un barco, en la parte de popa, y ver la estela que va dejando el barco. Hasta que todo queda atrás. Vayamos a Dubrovnik.
(Imagen de Evan Leeson.)