ELLA. Estuve el otro día pensando en las vacaciones de verano. Deberíamos probar algo nuevo.
ÉL. Sí, yo también estoy pensando en probar. En probarme una cazadora o un abrigo, unos guantes y un gorro. Estamos a cero grados y tú piensas en el verano.
ELLA. Sí, pienso en el verano, en el calor, en los momentos en los que la vida se relaja.
ÉL. Lo siento, pero no puedo entenderte. En lo que tendrías que pensar es en permanecer vivos cuando estemos en pleno invierno, entre vendavales de nieve y viento helado.
ELLA. No sé por qué no voy a pensar en tiempos mejores. Un crucero. Me gustaría ir de crucero.
ÉL. ¿Un crucero? ¿Pero estás loca? Encerrados todo el día en un paquebote, estar de buen rollo en las cenas de gala, haciendo el majadero. E ir de excursiones como borregos, con pantalones cortos, sandalias y calcetines. Ni pa’ dios.
ELLA. No, estar en un lugar rodeado de agua por los cuatro puntos cardinales, con el sol hacia arriba y la profundidad del mar hacia abajo. Donde, pese a todo, pese a todos, solo estemos nosotros.
ÉL. Me parece que has abusado de la película. Pero ya sabes que luego te chocas con algo y el guapo muere.
ELLA. Olvídate de tus miedos. Vámonos de crucero. Hasta Dubrovnik.
(Entrada perteneciente a la serie Diálogos. Con imagen de José Miguel Martínez.)