Me hubiese gustado ser Cary Grant. Quizá no para tener una infancia terrible, pero sí para buscarme la vida dando cabriolas: en algunas ocasiones, es necesario un salto mortal que te ponga del revés para saber cómo se tienen los pies sobre la cabeza. Me hubiese gustado ser Cary Grant porque me hubiese gustado bailar con una manzana y con Audrey Hepburn. Porque me hubiese gustado tener ese pelo, con el pico característico entre las sienes (nunca le envidié su barbilla, probablemente difícil de afeitar). Me hubiese gustado ser Cary Grant para que el amor girase en torno a una ciudad, un rascacielos y una tragedia. Me hubiese gustado ser Cary Grant porque era elegante incluso cuando parecía ridículo y porque nunca era ridículo cuando era tan, tan elegante. Me hubiera gustado, casi por encima de todas las cosas, ser Cary Grant en las películas con Katherine Hepburn, alocadas hasta el paroxismo. Me hubiera gustado ser Cary Grant para ser multimillonario pero cobrar unos peniques por cada autógrafo que hubiese firmado (es uno de los pocos que le ha sabido dar valor a las cosas que lo tienen). Me hubiese gustado ser Cary Grant para ser ladrón en la Costa Azul, viendo la noche del lujo desde los tejados. Me hubiese gustado ser Cary Grant para vivir la aventura, la tortura y el terror de la colonización en la India. Me hubiera gustado ser Cary Grant para tener un moreno siempre más que aceptable, al margen de la época del año y de la latitud en la que uno viva. Me hubiese gustado ser Cary Grant para ver las alas de los ángeles.
Para vivir una aventura loca y probar el elixir de la eterna juventud, me hubiese gustado ser Cary Grant: nunca se vuelve demasiado a los años mágicos, aunque sea por una pócima inventada por un mono. Y la recompensa era Marilyn.
Para subir un vaso de leche fosforescente, de forma cuidada, exquisita, por una escalera, me hubiese gustado ser Cary Grant. Solo los grandes consiguen cambiar los finales perfectos.
Para vestirme de mujer guardando travestismos y composturas, para vivir con dulces abuelitas envenenadoras. Para ser víctima de un equívoco, para que me emborrachen y lanzarme a conducir a tumba abierta, me hubiese gustado ser Cary Grant: solo él sabía correr en medio de la nada, con el peligro venido del cielo, de todas las partes.
Me hubiese gustado ser Cary Grant, casi por encima de todas las cosas. Incluso hubiese podido olvidarme de Katherine Hepburn, si hubiese logrado tener a Ingrid Bergman entre mis brazos, en un beso largo y profundo. Y meterme en una historia de espías, de nazis, de poder y de vino. Y de estar siempre ahí, para salvarte de una taza siempre peligrosa. Y cerrar una puerta de un coche. Y que el mundo se acabara, entre el champán y una llave que abrirá el mundo.
(Las imágenes proceden de la página de IMDB.com dedicadas al actor.)
Esa no la conocía… y dirigida por Fritz Lang, menudo descubrimiento…. ¡allá que voy a buscarla!
Es muy buena elección, Magdalena, muy buena… Y, recordando Scaramouche, también me hubiese gustado ser , al menos, un poquito, Stewart Granger: El prisionero de Zenda, Scaramouche… y una de mis preferidas: Los contrabandistas de Moonfleet 🙂
Me ha encantado esta entrada. No sé si a mí me habría gustado ser alguna actriz en concreto, más bien un personaje, la chica mala de Scaramouche (http://www.youtube.com/watch?v=m-QbO0bCf3c). Por qué será que las rubias tontas no son mi estilo?