Todavía no sé cuándo fue, el momento exacto en el que la vida pasa a convertirse en un problema, en una encrucijada. En un puzle con 10.000 piezas. Pasan los días, los ratos y las ocasiones y la vida sigue siendo complicada: un puzle de 5.000 piezas, pero con una amalgama de colores casi idénticos, figuras de contornos desvaídos. Todo avanza y el puzle es de 1.000, o de 500, a veces con formas abstractas, a veces manchas de color, y descubres que, justo cuando puedes acabarlo, te faltan datos, te faltan piezas. El auténtico problema es cuando el puzle tiene dos piezas y no hay forma humana de completarlo.
(Imagen de Darkmatter.)
Qué difícil es ser un(a) pieza, Magda 😉
O cuando sientes que eres la única pieza que no encuentra su lugar…