Son días sin primavera. Con lluvia incansable, que moja sin contemplaciones. Son días grises, de un frío casi invernal, que anulan todo esperanza. Pero, de pronto, vas caminando por la calle y te encuentras entre los charcos un manojo de color. Y piensas que, en este mundo de sinsabores, todavía hay un pequeño resquicio de calor (de color) para el futuro.