El suave murmullo de tu respiración acaricia mis ensueños. Y cómo ríe la vida cuando tus ojos escapan mi mirada hacia tu mirar. Tu sonrisa, aunque solo sea un esbozo, es para mí un cántico eterno. Porque, con tus risas, todo se olvida y todas las heridas dejan de sangrar. El día que me quieras, las flores se vestirán de fiesta con sus mejores galas y las campanas dirán al viento que eres mía y las fuentes se volverán locas haciendo manar el amor. Y la noche que me quieras las estrellas, desde el cielo oscuro, nos mirarán con un punto de envidia. Y un rayo misterioso hará nido en tu pelo y las luciérnagas curiosas adivinarán que tú eres mi único consuelo en este mundo de sombras. El día que me quieras, el caos devenirá armonía, el amanecer tendrá más luz y los manantiales cantarán aún con más alegría. El día que me quieras, los pájaros cantarán todavía más afinados, la vida florecerá con colores aún más especiales. Y el dolor quedará en un punto concreto del olvido. Y la noche que me quieras, no me hará falta mirar a las estrellas. Toda mi noche será luz.
(Versión prosificada y modificada y libremente de “El día que me quieras”, de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera. Cuando estaba escribiendo la entrada, escuchaba la versión de Andrés Calamaro. La imagen es de Elido Turco.)
hubo una época, en mi juventud, que escuchaba mucho un disco de tangos de Carlos Gardel que había en mi casa… no me cansaba de escuchar esas canciones tan «desgarradas»… tal vez fui una friki de la época, ahora que lo pienso…
biquiños,
Se me ha puesto la piel de gallina… impresionante. Y no conocía la versión de Calamaro, ¡qué maravilla!