La felicidad no entiende de perseverancia ni de voluntades.
La dicha es un estado pasajero.
Se levanta cuando empieza el día y, minuto a minuto, los hechos se disocian de nuestras ilusiones.
Se tambalea a medida que reflexionamos, que pensamos fríamente
Cae al atardecer, como el sol.
Y nos dormimos con el miedo y con la ilusión de volver a despertar. Quizás.
(Imagen de Víctor Nuño.)